Diario de León

Pedro  García  Trapiello

Voltaire por aquí

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Había en Burón a finales del XIX un maestro (con libros), Luciano Huergas, que mantenía animadas charlas paseadas con el párroco (de sólo un libro), Sebastián Arnáiz. Los dos gustaban debatir, más en pasional que en erudito, zanjándolo a menudo aquel cura carlistón y algo trabucaire con una exclamación de impotencia: «¡es usted un volteriano y un refractario!», como quien señala a un hereje contumaz de los que piden hoguera. Y es que el maestro, entrando en políticas, abusaba de una cita de Voltaire si se le esguilaban los argumentos: «La política es el camino para que hombres sin principios puedan dirigir a hombres sin memoria». Lo que se explica mal es que tres siglos después sigamos igual. Y si el bueno de Voltaire, francosuizo y francmasón, ya lo vio así hace tanto, ¿qué disculpa tenemos hoy conociendo más?... El olvido tiene muchos adictos y lo aplican como terapia, atajó Sócrates. El olvido es la única venganza y el único perdón, decía Borges como si leyera a George Bernanos: El verdadero odio es el desinterés y el asesinato perfecto es el olvido. Por contra, lo tenía más claro Milan Kundera: “La lucha del hombre contra el poder es la lucha de la memoria contra el olvido”... ¿volteriano también?... Oídas las partes e inmersos todos en una ruidosa riada de olvidos, se echa de menos en medios informativos una labor más frecuente de la memoria (que ya es histórica así que pasen sólo dos años), un tirar de hemeroteca, un diario recordar para no olvidar y revisar las promesas hueras, las chaquetas cambiadas, los credos en lejía, las verdades que sólo eran puño, la otra cara, el culo, los castillos en el aire, tanto y tanto... Se necesita en redacción algún volteriano meneando archivos. Se busca maestro que no olvide el pecado que tan fácil perdona el cura de la política... y lo borra. En fin, tendemos a especie sin memoria. Tanto torrente al día nubla lo de anteayer. Y la política sin principios -vendiendo finales luminosos- nos describe también hoy. Menos a Manolón: Panza llena y corazón contento; y todo lo demás es cuento.

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