Diario de León

Cuarto Creciente Carlos Fidalgo

La Ciudad del Dólar

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En alguna parte he leído que una ciudad no es real hasta que no la imagina una novela. Y tenemos muchos ejemplos de ciudades que están en nuestra memoria porque primero entraron en nuestra imaginación.

Tenemos la Vetusta de La Regenta , y todo el mundo reconoce que detrás del escenario creado por Clarín se esconden las calles de Oviedo. Tenemos el Nueva York de Manhattan Transfer, atrapado para la buena literatura por John Dos Passos, entre otros autores que vincularon su nombre con el de la Gran Manzana, como Paul Auster. Tenemos el Madrid de Galdós, casi una marca, el Londres dickensiano, y por citar alguna más pequeña, la Mágina de El jinete polaco, donde Antonio Muñoz Molina le rinde homenaje a Úbeda, la localidad donde nació.

En Ponferrada no nos quedamos tan lejos de esos grandes escenarios de la ficción. César Gavela imaginó la ciudad, entre setos de escoria y volutas de carbón cuando escribió El Puente de Hierro, esa novela que merecería una reedición. Y Raúl Guerra Garrido abrió la espita de la leyenda de la Ciudad del Dólar cuando escribió El año del Wólfram y contó cómo en la capital berciana de los primeros años de la posguerra se ganaban y perdían fortunas a las cartas, proliferaban los burdeles, el dinero rápido. Y las piedras de wolframio eran, como el oro en los poblados del Oeste, un instrumento de pago igual de válido.

Ahora quieren en el Ayuntamiento que la Ciudad del Dólar, ese mito literario que ha hecho que Ponferrada exista de verdad, se convierta en una marca turística, como ya propuso una vez Jesús Álvarez Courel. Y esa es otra dimensión de la realidad.

La Ciudad del Dólar es la de Juan Benet, que nos imaginó en Volverás a Región, alojado en el Hotel Madrid. La de Juanito Valderrama, que compuso en el mismo establecimiento El emigrante, aquella canción que tan famoso le hizo. O la del Teatro Edesa, que marcó el final de una época con su derribo en los años setenta.

Así que bienvenida la marca. Bienvenida la idea si cose esa zona olvidada del callejero al casco antiguo y el Castillo, tan visitados. Y ya estamos tardando en dedicarle una calle a César Gavela. Suyo, sobre todo, es el mérito de convertir aquella ciudad de El Puente de Hierro en algo que no es mentira.

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