Diario de León

Cuerpo a Tierra Antonio Manilla

Vida y muerte

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A unque es algo que a uno se le antoja muy extraño, dar a luz ya no forma parte de nuestra vida cotidiana. Tampoco la muerte. Nos hemos distanciado del origen y del final de la vida, de ambos extremos de la existencia. El parto hospitalario tiene indudables ventajas, nadie lo negaría, y aun así hay antropólogas como Sang-Hee Lee que alertan sobre el «ambiente contraevolutivo» que supone frente al parto tradicional a favor de la gravedad y con la ayuda de alguien de confianza. La sanidad está como está y por lo común no hay tiempo para entablar una relación de intimidad con el obstetra. Algunas embarazadas comienzan a probar ahora los partos en el mar, convencidas de que, como corporalmente somos en gran parte agua, en agua se ha de nacer mejor. No existe medicina pop —lo que no es ciencia, es pseudociencia u homeopatía—, pero los caminos de la innovación a veces son intrincados o se bifurcan hacia los lugares menos pensados. El tiempo dirá si dar al agua alumbra tanto como dar a luz.

En lo que no existe ninguna duda es en nuestro alejamiento emocional del final de la vida. Arrumbamos a nuestros ancianos en un desván donde cuidados a veces no todo lo profesionales que sería debido los acompañan durante sus últimos años. El ritmo del mundo se ha acelerado tanto que casi todo está dispuesto en aras de una mayor productividad. El tiempo es oro, se ha dicho siempre, pero ahora es tan escaso o es tanta su inflación que llegamos a convencernos de que lo menos malo es igual a lo mejor. La ayuda al dependiente, en ocasiones, no es más que una búsqueda de independencia de nuestras obligaciones de atención a los mayores. Aunque no lo ha dicho nadie, a uno le parece que la muerte aséptica y facultativa, sin el acompañamiento de los seres queridos, también es algo «contraevolutivo».

Las primeras muestras de altruismo, al fin y al cabo de humanidad, acontecieron en Dmanisi, un yacimiento georgiano donde presuntos primitivos miembros del linaje del hombre, que aún no eran sapiens, seleccionaron y masticaron durante años para un anciano desdentado alimentos para permitir que muriera de vejez y no de hambre. Si hace casi dos millones de años, con la mitad de nuestro cerebro, un ser casi a la misma distancia del mono que del humano, fue capaz de eso, hay cosas que dan que pensar bastante.

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