Diario de León
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CORNADA DE LOBO GARCÍA TRAPIELLO

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Val de San Lorenzo fue un día un incesante traqueteo de telares. Lana «del país» aquí sobraba, lana merina de sedón insuperable, y no faltaron ganas de abrirse una senda que complementara labranzas cuando hace tres siglos se montaron allí los primeros telares manuales de paños, ensayando un siglo después la vía palentina con algunos valdenses sanlorentinos emigrados a esa vecindad donde aprendieron el arte de hacer mantas con telares que exigían mover armatoste y lanzadera a caderazos como el que aún mantuvo en activo hasta no hace tanto Dolores Fernández Geijo, verdadera institución artesana y notaria de cultura tradicional en este pueblo de hacendosa actividad textil antaño y de muy marcadas señas maragatas.

Va quedando poco de aquel trajín que se tradujo también en colectivismo; ahí está La Comunal recordando aquellos afanes, aunque hoy hilando y tejiendo culturas o museando memoria. Y el lamento que rebota en ecos en sus calles, hoy algo mudas, es el de no haber relevo generacional. Lo de tejer es labor dura del batán al telar y de ahí a cardar con cardencha. La ganancia, además, es ajustada; nadie se hizo rico tejiendo. Pero era lo suyo, el ser del pueblo. Los jóvenes están hoy a otra cosa o en fuga; y de gente que llegue de lejos en novato emprendedor poco se espera, este oficio pide haberlo mamado.

Bajo el imperio barato del edredón de fibra, la manta maragata surca hoy sus postrimerías, dicen en Val, esa manta que abriga mi infancia, parapeto de inviernos en casas donde dormía de papo el frío; y debajo, colchón de lana también pidiendo ahuecarle con el culo un nido, calor de madriguera, sueño redondo. Entonces era usual en el ajuar de bodas dos mantas con las iniciales de él y ella, vieja costumbre que debería recuperarse como seña propia exótica y obligación paisana. Metan esta manta en listas de boda y otro gallo de amaneceres cantará en nuestra meca textil desclavando su muerte del tablón de anuncios. Es una orden. Y si es mantita para el sofá, invitará al sueño que libra del tormento de una tele boba.

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