Diario de León

Panorama
Fermín Bocos

Las elecciones vascas

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Falta menos de un mes para que se celebren elecciones autonómicas en el País Vasco y todas las encuestas apuntan a que el PNV y Bildu serán los partidos más votados. Algunos sondeos incluso pronostican que Bildu, la organización heredera de la línea política de Herri Batasuna, podría dar el «sorpaso» al PNV tradicional depositario del voto abertzale. Con independencia de la combinatoria post electoral en la que el Partido Socialista será decisivo para determinar la composición del futuro Gobierno vasco -los socialistas vienen siendo socios del PNV- ahora Bildu también es un apoyo clave en Madrid para la continuidad de Pedro Sánchez. De ahí las dudas.

Del escenario que plantean los sondeos se desprende una pregunta: ¿cómo se ha podido llegar a esta situación de clara hegemonía política de las fuerzas separatistas?

Para responder habría que tener en cuenta dos hechos que a lo largo del tiempo fueron generando un cambio progresivo de opinión entre los votantes vascos. El más reciente ha sido el proceso de blanqueo de imagen de Bildu al que han contribuido de manera decisiva sus pactos parlamentarios con el PSOE —episodio cumbre fue el apoyo a la investidura de Pedro Sánchez— y que explicarían lo que algún sociólogo ha llamado «normalización de voto». Que se podría traducir como que no provoca rechazo votar a Bildu pese a sus raíces políticas, ya que una parte de los jóvenes en edad de votar no tienen memoria personal de los «años de plomo», ni saben de la trayectoria criminal de ETA y por lo tanto no vinculan a Bildu como legado político de la banda terrorista.

Hasta estas elecciones el PNV pastoreaba la parroquia «abertzale», pero ahora están a la baja entre los jóvenes. Con todo, las dos formaciones separatistas gozan de una ventaja con la que no cuentan ni han contado el Partido Popular o los socialistas. Me refiero al censo electoral. Censo del que en el último medio siglo se dieron de baja forzosa no menos de doscientos mil ciudadanos vascos empujados al exilio interior, a emigrar a otros lugares de España huyendo de las amenazas de la ETA. Fue una laminación de parte de la sociedad.

Nunca sabremos lo que el próximo 21 de abril habrían votado quienes se vieron forzados a dejar el País Vasco porque, al cabo del tiempo, ellos y sus descendientes acabaron empadronándose en otros lugares de la Península. Esa es la ventaja con la que cuentan tanto el PNV como Bildu. Bastaría un cambio en la ley para corregir tamaña injusticia en línea con la norma que, en las pasadas elecciones gallegas, permitió votar desde Argentina a miles de descendientes de gallegos que no residen en Galicia. Los expatriados vascos podrían cambiar la deriva independentista a la que se encamina Euzkadi pero me temo que nadie hará nada para corregir semejante latrocinio.

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