Diario de León

Seguridad y derechos humanos  
 Arturo Pereira

Blanco y negro

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Supongo que no será fácil haber nacido en un país subsahariano y desembarcar en un mundo radicalmente distinto como el europeo en el que el color de la piel dominante es más bien pálido, tirando en algunos casos al blanco nuclear, más cuanto más al norte nos geolocalicemos.

Pero también supongo, porque no lo puedo experimentar, dado que me encuentro entre los afortunados, según los cánones racistas, formando parte de aquellos que su color de piel es muy clarita, que no será fácil vivir en uno de los vecindarios de cualquiera de los países africanos en los que las mafias asesinan, extorsionan, violan a sus propios compatriotas. Y lo hacen sin racismo, simplemente porque son asesinos, extorsionadores y violadores.

Una de las personas que mejor entendió el origen del racismo fue Martin Luther King. Negro, como todos sabemos, en sus textos se refería a los de su color de piel con esa denominación que ha sido denostada como peyorativa. Entendió que el racismo es un problema tanto para los blancos, como para los negros.

Cristiano, con una fuerte conciencia social, afirmó que el racismo tiene su origen en la pobreza, falta de formación y en los intereses económicos, además de un cúmulo de complejos de los negros de aquellos momentos de los años sesenta del siglo pasado. Frente a todo ello abogó por un activismo sin pausa, pacífico y de mano tendida, tanto a los negros que promocionaban un activismo violento como a los blancos que disparaban sobre sus correligionarios y que terminaron asesinándolo.

Afirmó que si las mujeres y hombres no somos capaces de vivir todos juntos como hermanos independientemente de la raza, moriremos todos juntos como idiotas. Siempre tenía una propuesta constructiva frente a los que demandaban soluciones inmediatas a la injusticia del racismo. No buscaba culpables, buscaba aliados frente al abuso, al desprecio de propios y extraños.

No compartió la opción por el Black Power. No lo hizo porque representó todo lo contrario a los valores que él defendía. Entendió que era otra forma de racismo, en este caso en contra de los blancos, en definitiva, consideró que construía barricadas y no puentes. Él creyó en la corresponsabilidad de las razas para construir un futuro mejor.

Han pasado sesenta años, más o menos, y seguimos hablando de blancos y negros, de policías y negros, de inmigrantes negros, en fin, de conflicto de razas. Si no tenemos la suficiente visión de futuro, creo que sus palabras van a resultar proféticas y no habrá futuro, ni para blancos, ni para negros.

Su legado debe inspirarnos y no buscar culpables, sí aliados y esto supone corresponsabilidad de los blancos y negros, de los inmigrantes y los nacionales. El uso de la fuerza debe estar reservado para parar al abusón, al que deliberadamente busca hacer daño y quiere romper la convivencia.

Los inmigrantes tienen la misma responsabilidad que los nacionales a la hora de construir una sociedad multiétnica, segura y que sea aceptada por todos. Tienen las mismas obligaciones para con las leyes, costumbres y cultura que los nacionales. Al buscar un futuro mejor deben participar de la construcción de ese futuro con la mano tendida y la mente abierta, exactamente igual que los nacionales.

No caben conductas antisociales basándose en las diferencias culturales si queremos progresar juntos. Por diferentes que sean las razas y culturas todos sabemos lo que está bien y lo que está mal. En este consenso está basada la convivencia y el respeto. Lo contrario nos sitúa al margen de la doctrina de uno de los grandes hombres del siglo XX.

Hay una policromía de pieles, pero solo un color para la sangre
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