Diario de León

AL TRASLUZ
Eduardo aguirre

¿Aún lo somos?

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Acabo de concluirlo y es uno los ensayos que más me ha gustado en años: Sobre el viejo humanismo. Exposición y defensa de una tradición (Cypress Cultura) , de Javier García Gibert; vuelve a las librerías, tras años agotado. Este filólogo, con algo de buen capitán Ahab, nos invita a navegar con él hacia los mares remotos de la sabiduría clásica. ¿Por qué hemos dejado de buscar el sentido de la existencia? ¿Por qué aceptamos como inevitables cambios tecnológicos que amenazan con destruirnos o rebajarnos? ¿Cuándo empezamos a sustituir la reflexión por la verborrea? Ya no diferenciamos al sabio del listo. Pero paz es mucho más que ausencia de guerra. Establece García Gibert una gran diferencia entre humanismo y humanitarismo: este suele quedarse en discurso populista y contener —explícita o implícita— la negación de nuestras raíces colectivas, formadas a lo largo de siglos. Lanza su certero arpón contra la ballena que nos embiste, y que amenaza con hundirnos. Nos equivocamos de enemigo, lo tenemos en casa. El libro casi puede leerse como una novela negra, pues trata sobre el intento sistemático de asesinar un legado sapiencial de siglos, y por varias manos. Pero realmente es epopeya. La percepción humanista busca el conocimiento, pero sin desligarlo de la conducta; por ello, no puede ser reducido al Renacimiento, ni a la erudición; estaba en autores precristianos y estaría en san Agustín, en Erasmo y en Simone Weil, en Petrarca y en Chesterton, en Camus y en Arendt… más allá de tiempos y geografías. Un libro extraordinario, hacía tiempo que no subrayaba tanto. Y el autor nos tiene ya nueva novela: La tristeza del sabio .

Si renunciamos a vivir como culturas humanistas estaremos abocados a El Rinoceronte , la obra de Ionesco, donde una sociedad acepta metamorfosearse, solo porque ya está ocurriendo y lo consideran inevitable… salvo un único ciudadano que clama: «¡No soy un rinoceronte, soy un Hombre!». Clamemos, nos advierte García Gibert, en su ensayo.

Ya no vivimos en culturas humanistas y sufrimos las consecuencias. Pero el abismo solo ha empezado a mirarnos. ¿Podremos sobrevivir si dejamos definitivamente de ser sociedades humanistas? Y la pregunta clave: ¿Seguimos siendo humanos?

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