Diario de León

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Tienes que santiguarte de puro asombro y dejar al final el pulgar muy pegado a la boca para no morderte el puño, algo que te pedirá el ver qué dieron de sí los ocho millones de dinero público que engulló un museo confesional en un estado aconfesional, esa frontera puesta para que le sea más divertido a tocristo saltársela a la torera... Véase: si un cargo público quiere ir de papón, de nazareno o nazarena, abad de Nuestro Padre Jesús de la Sentencia, de chupacirios, de mayordoma de la Quinta Angustia, de lamesantos o adoptar la pose religiosa que le interese a su negocio político, hágalo, pero habrá de serlo siempre a título personal, estrictamente personal. Si no, es obscena deshonestidad arrimar el cargo civil a la procesión, al museo o al tararí de escribas camino del Templo. Es una desvergüenza para la institución pública que representa y un insulto a los ciudadanos que no comulguen estando en su sacrosanto derecho de exigir un comportamiento laico al Estado que es laico por ley y en sus derivadas autonómicas o municipales. Pero está visto que ponerse túnica y capirote da más votos que quita en este tiempo y momento político en que todo cargo o manguán predica su enconada defensa de lo local exaltando lo identitario (con bragas maragatas o sin ellas) y entronizando toda diferencia histórica o cultural al vuelo (¿y la Semana Santa lo es?) para poder distinguirse del vecino y hasta del vasquifarruco ahivalahostia o del botifarra inflamat de tanto joder agujeros de ladrillo en la pared. ¿Puede ser nazareno un cargo público?... ¿y si mañana ese cargo fuera moro y lo arrimara a sus ritos y minarete?... Lo curioso es que a ese Museo de la Semana Santa nadie lo objetó. Ganó la vanidad cofrade y el tirón hostelero que excita a esta ciudad. Y si Valladolid tiene el no va más de museo escultórico penitencial, León puede lucir ahí su flatus, debieron decirse los que urgieron y cacarearon la conveniencia de contar con un recinto ceremonial donde arrimar un conjunto de imaginería procesional que artísticamente es barato, vulgar y poco museable. Pero pilló morterada. Perdónales, Señor... ahora se entiende tu «eterno enojo».

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