Diario de León

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La cita del PSOE en Sevilla es bien distinta a la de Valencia, cuando Felipe González intervino y fue respondido con aplausos más bien escuetos y Ábalos se paseaba como un espectro y en solitario sin entender por qué su amigo, el mismo al que ayudó a conseguir la secretaría general, había prescindido de él casi sin mediar palabra... aquel congreso de Valencia en palabras textuales de un diputado catalán fue una cita de terapia compartida. Solo así se podía entender un congreso plano, sin más debate que el que tímidamente plantearon las feministas. De entonces a la cita en Sevilla las cosas han cambiado mucho, en España y para los socialistas. Hoy el PSOE apenas se parece al que conocimos aquellos que, sin ser viejos, lo conocimos. Nunca antes el PSOE ha tenido un líder con la capacidad de tanta abducción como la que tiene Sánchez. Realmente es sorprendente y desmoralizador para un partido que sí, que tiene muchos años de historia, que tiene claros y oscuros, como todos, y que es un puntal fundamental de nuestra democracia. Este partido que se reúne en Sevilla se ha convertido en una plataforma que ha optado no solo por perdonar todo, sino que ha elegido el silencio ante cuestiones que, si hubieran afectado a otro partido, no habría habido crónicas bastantes para reflejar el enfado, la crítica, de los que hoy callan ante evidentes faltas de ética y de estética.

Adelantar resoluciones judiciales, cuestionar la presunción de inocencia es algo ya habitual en la política española. Nadie tiene derecho a dar por condenado a nadie, ni lanzar acusaciones sin pruebas. Vale para el PP y vale para el PSOE que ahora reclama pruebas como si Sánchez las hubiera aportado cuando lanza supuestos negocios poco claros de la hermana de Feijóo. Hay muchos socialistas inquietos con las situaciones. Inquietos con Begoña Gomez, Aldama, Abalos y, por supuesto, con lo que pueda ocurrir sobre Lobato. Que nadie espere especial sorpresa del encuentro de Sevilla, ni que se produzca el más mínimo debate encendido ni sobre la financiación ni sobre ninguna otra cuestión. Sánchez saldrá sin rasguño alguno y nada cambiará porque nada puede cambiar si quiere hacer verdad eso de seguir tres años «y los que vendrán».

Lo más asombroso de todo es la aparente seguridad del presidente, la distancia con la que afronta los acontecimientos. Quizás algún día todos aquellos que protegen a Sánchez se muestren tan exquisitos cuando las circunstancias que rodean al jefe del ejecutivo y al PSOE en general, mantengan esa exquisitez a la hora de no lanzar juicios prematuros o de exigir presunción de inocencia. Lo veremos.

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