nubes y claros
Del ladrillo a la empresa
Hace tiempo un empresario de la zona me trasladó el desespero de pujantes negocios que estampaban su voluntad y capacidad de crecer contra un Plan General de Ordenación Urbana de León anquilosado en lo que quizá nunca pudo ser, pero se pergeñó en aquellos tiempos en los que vivíamos por encima de nuestras posibilidades (a la vista está que también demográficas), que ya desde el estallido de la burbuja inmobiliaria se evidenció como imposible y absurdo. Si la pujanza y ambición volcadas en La Lastra se estrellaron en la crisis del ladrillo, qué esperar de los confines de lo que hoy siguen siendo prados en abandono.
Nunca llegaron los proyectos residenciales, y ahora se abre por fin el camino demandado. Los terrenos de la carretera de Vilecha serán de uso económico. En una ubicación privilegiada para las iniciativas que quieran apegarse al calor de la ciudad, y con un acceso idóneo a las vías de comunicación que se han ido abriendo. Desde que en 2006 se planteó la primera modificación del PGOU para el cambio de uso de una parte de los terrenos que ahora se abren al desenfreno inversor ha pasado mucho tiempo. Incomprensiblemente, porque los argumentos para la modificación eran palmarios. En todo caso, el futuro empresarial de los herbazales está en la casilla de salida. Porque la posibilidad de ubicar empresas en lugar de construir pisos es el punto de partida, no el objetivo. Ahora esos lustrosos terrenos que se recalifican para constituir un aventajado entorno de iniciativas productivas y de empleo en la capital necesitan ser convenientemente abonados. Las empresas ya ubicadas en la zona podrán crecer, pero se trata sobre todo de atraer nuevos proyectos inversores. Y ahí la labor de las administraciones públicas es fundamental. No sólo del Ayuntamimento de León, que deberá volcar sus incentivos sobre una iniciativa que aplaudió por unanimidad en sus plenos, sino de la Junta y del Gobierno central. No todo es Villadangos y El Bayo, no todo es elucubrar sobre Torneros. Aquí hay terreno que sembrar. En el olvidado polígono de Onzonilla también, por cierto.