CORNADA DE LOBO
Y ese dios morirá
Cuando un presidente de nación, entidad o corporación deja su cargo nunca lo hace del todo porque su efigie o retrato pasa a engrosar la galería de sus antecesores. Es costumbre universal de aquí a Lima... o a Washington, en cuya Casa Blanca aloja hoy su divinidad un tipo que rompe la norma, la pana y la mínima decencia que le exige el cargo. Y es que ya ha colgado su retrato apenas iniciado el mandato presidencial. A qué esperar. Sólo un Trump de arrogancia paranoica firmaría tal fechoría, pues además lo colocó retirando el de un anterior presidente que ocupaba esa pared, siendo poca casualidad que se trate de Barak Obama al que nunca deja de denigrar este presumido dios en su ego redondo y en su Olimpo donde, por ejemplo, acaba de firmar hace unos días una ley estableciendo mayor presión en las duchas del país, gracias a lo cual y a que las suyas le duran quince minutos despifarrando agua, «puedo lucir este cabello tan bonito», dijo sin cortarse un pelo como si fuera un Zeus al óleo muy empeñado cada día a dar pie, pata y culo a un nuevo chiste o vergüenza. Hubo aquí caso parecido. Hizo lo mismo en pleno mandato Isabel Carrasco. Corría el 2012 y ni siquiera se había colgado en la galería de palacio el de su antecesor, Javier García Prieto, al que, como Trump a Obama, profesaba una tirria sarracena que no escondía y pregonaba. Creyendo ver ahí un inquietante precedente, fuimos al Oráculo de Pedrún y nos dijo que sí, que el presidente americano debería considerarlo mal fario y advertencia, pues veinte meses después de colgar su retrato fue asesinada la presidenta Carrasco en ese puente que el pueblo cabrón llamó al día siguiente «de Triana y olé». El Oráculo dice que Trump ha tentado a su suerte con esta desfachatez. Y lanza su augurio: antes de dos años acabará su vida trágicamente, pues el retrato que eligió recrea además el atentado que le sopló la oreja invitando a que en el próximo no le sonría tanto la fortuna, ya que será urdido por una trama de oligarcas traicionados que verán muy mordida su fortuna... o por la madre enloquecida de una alta funcionaria a la que despidió por puro capricho.