león en verso
Con los gatos de abril
Los alaridos eróticos de los gatos colman de bullicio el abril en León, tras esta luna llena de primavera, que devuelve a la gente a las vacaciones que inspiran la muerte y resurrección de Cristo. Los gatos copulan como que no hubiera mañana, único detalle de señales de vida en el territorio, ajenos a este aluvión que les echó encima el reto demográfico, ese empeño de regresar a los pueblos en vez de sacar un completo en Eurodisney. Los gatos tienen algo de conejos cuando follan, aunque son escandalosos como el freno de los trenes atravesados; hay que tener mucha vocación y poca pasta para elegir un pueblo leonés para dedicar una semana a la pasión entre gatos en vez de a un combinado París Futuroscope por la única Francia que resiste a las consecuencias de la teoría del reemplazo del que no quiere hablar la portavoz del PP, Cuca Kamala; un poco, como el comandante Cousteau con los tiburones, pero entre gatos anónimos, gatos huérfanos, gatos sin cirugía estética en una clínica privada. Los gatos leoneses aprendieron a vivir entre el aclarado natural que deja el vacío en los pueblos, al modo de los gatos ucranianos de Chernobyl, capaces de mutar y avanzar en campo abierto, camuflados entre hierba de dos palmos y emboscados en sebes desparramadas, donde sólo pueden ser descubiertos por el cotorreo estridente de las pegas. Las pegas son unas chivatas; lo mismo con la autoridad que para llamar a los buitres, último acto del juicio final. El abril sereno de los gatos leoneses lo agita esta vez el tiempo litúrgico, que ha dejado para última hora las lecturas del thriller de San Mateo, con Cristo en el huerto, Cristo en el Gólgota, con Cristo y la cruz al hombro, con Cristo en la cruz; con Cristo que entró en Jerusalén el domingo entre palmas, y volvió el jueves a entrar, con las manos maniatadas. La Semana Santa está en el Nuevo Testamento, también en este León donde los gatos sin guantes ignoran a los que cambiaron los ratones de Disney por un refugio cool con el que relatar aventuras en el regreso a tik-tok o a Leganés, después de Pascua. Los gatos se dedican a follar, ajenos de las ganas de joder que traen los forasteros.