Diario de León

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Hace cinco meses nació Benjamín, el niño que rompió 43 inviernos demográficos en Vegapujín, un pueblo leonés del Valle Gordo de Omaña. Benjamín llegó con la primavera avanzada y un queso debajo del brazo. Sí, un queso. Porque justo aquellos días su padre, el ganadero Ángel Santamarta, consiguió volver a empezar con su proyecto de quesería como complemento del rebaño de cabras que guarda en estos pagos, que ya habían olvidado la existencia de estos animales tan simpáticos como revoltosos.

El caso es que Benjamín atrajo a cámaras y su llegada al mundo dio la vuelta a la aldea global. Todo muy pintoresco. Ángel y Elisa Priede, el papá y la mamá de la criatura, les escribían otros cabreros del sur de España, algunos se congratulaban de la ayuda a la natalidad que recibirían por su contribución a la repoblación de la tan manida España vaciada. Pero, esto es Castilla y León y aquí no hay nada de eso. Solo promesas de Mañueco en campaña electoral, que se desgañita en medidas que sabe Dios cuándo llegarán y si alguna caerá en este hogar de Vegapujín. También han oído los sermones del Twitter de Juangaga, el vicepresidente de la Junta, que culpa al sexo por placer de la baja natalidad en la Comunidad.

Vegapujín está lejos, en el legendario partido judicial de Murias de Paredes, es el penúltimo de los pueblos, antes de Fasgar, donde termina la carretera y el Camino de Santiago une Omaña con El Bierzo. Un país que en el que los políticos de hace un siglo pagaban los votos a 20 y 50 duros y en el que el puente que dio salida al Valle Gordo fue construido, hace 108 años, por la Colonia de Murias de Paredes en Madrid.

A los políticos de ahora, dotados de fibra óptica en sus despachones y buenos sueldos que no se olvidan de actualizar cada vez que asientan sus posaderas, les queda muy lejos León y mucho más Omaña. Los votos no les rentan. En las últimas elecciones autonómicas les pusieron un autobús para ir a votar a Murias. A las ocho de la mañana en pleno invierno. Con un par. Hay tan poca gente... Que no cuentan ni en la estadística ni en la mentalidad de los trileros de la política. No. Ellos están para cosas más grandes e incluso grandiosas como abrir centrales nucleares. Gastan el tiempo y la paciencia de la gente en las Cortes para asuntos que no son de su incumbencia como este de la fisión. Y son incapaces de ver las cosas, pequeñas, pero importantes. Como las cabras de Ángel, que aparte de dar vida al monte, leche al cabrero y alegría al pueblo (siempre habrá alguno que se queje de las cagarrutas) son desbrozadoras naturales y previenen incendios. Más útiles que esos cabritos. Por no decir... Con excepción de la alcaldesa, Carmen Mallo, que siempre está. Y sabe dónde está.

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