Diario de León

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Alguien me comenta que en la televisión cada vez hay menos programas y reportajes sobre naturaleza en general y fauna ibérica en particular, pero a mí me parece que depende de lo que entendamos por documentales de naturaleza. En los programas del corazón se nos muestran más primates que en las sobremesas de la 2, los telediarios exhiben un surtido mucho más variado de depredadores que la sabana africana, en los anuncios de echadores de cartas en horario nocturno está casi asegurada la presencia de ballenas y cachalotes. Por no hablar de hienas, buitres y otros carroñeros, que tienen su cuota y su público en determinados programas que se autotitulan como debates. La verdad es que la fauna salvaje está incluso sobrerrepresentada en la televisión.

El musical del Rey León en Madrid igual lleva ya una década en escena. Y, si bien carecen de muro, seguramente hay más perros y gatos que personas en las fotografías y vídeos de Facebook. Hasta tienen su partido político, aunque todavía no les esté permitido votar a todos los irracionales. Y todo así. Occidente se ha animalizado a pasos agigantados, mostrando una acendrada sensibilidad hacia todo lo relativo a ese reino al que también pertenece el hombre, que es como si hubiera descubierto ahora ese parentesco. Y eso que hasta por la calle pueden identificarse personas con rasgos que resultan sospechosos de algún ayuntamiento interdisciplinario. Donald Trump, por ejemplo, representa por lo menos a un par de especies de homo con bastante verosimilitud, aunque una ya esté extinta desde hace al menos 30.000 años.

Es verdad que de vez en cuando aparece ahorcado un lobo o electrocutada un águila: desgracias del progreso o rémoras del periodo cavernario que no todos hemos olvidado, pero en general casi todas las familias tienen alguna mascota, aunque a veces sea de su propia sangre y se pasee sola por la calle. La sensibilización hacia el mundo animal —el no utilitario, porque gallinas, cerdos y vacas no han cambiado de estatuto— a uno le parece que ha aumentado muchísimo en las últimas décadas, sobre todo en las ciudades. Es naturaleza doméstica, es cierto, pero si hasta el varón está domado no se me alcanza por qué no habría de estarlo el cusco. La coincidencia de este hecho con la continuada desaparición de especies, el mar de plástico y el cambio climático, seguro que no tienen nada que ver con una mala conciencia ecológica.

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