Diario de León

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Hace muchos años acudí a una entrevista de trabajo. Por mi poca experiencia llegué a ese encuentro bastante preparada, pero muy nerviosa. La conversación con el entrevistador transcurrió, lejos de lo que yo esperaba, fluida y relajada. Noté que la persona que tenía enfrente, sentada al otro lado de una mesa redonda, estaba también en alerta y extremadamente concentrado en mi currículo (poco extenso en aquel momento), mis respuestas y mi actitud. Entonces me relajé y me coloqué en una posición de observadora del escenario en el que me encontraba como protagonista y me di cuenta de que yo no era la única que se examinaba allí. Alguien con más experiencia que yo me advirtió antes de entrar que si la entrevista duraba más de media hora era porque lo que yo respondía tenía algo de interés para el seleccionador. El encuentro duró 45 minutos ¡Por los pelos! Salí más tranquila que cuando entré, convencida de que el trabajo que ofrecían no era para mí. La sorpresa llegó cuando quedé finalista en una terna que después, otro grupo de expertos, dirimió a favor de otra persona. Me llamaron para agradecerme la participación en la selección. No me sorprendió en absoluto. Esa primera entrevista, aunque no fui seleccionada para el empleo, supuso un gran aprendizaje: en la elección del mejor profesional para liderar cualquier proyecto, el seleccionador tiene la parte más difícil. Elegir la mejor opción entre todas las personas candidatas es muy complejo y del resultado depende el buen funcionamiento de una empresa. Ahora, con más experiencia, sé, sin lugar a dudas, que aquel entrevistador temía que se le escapara la mejor opción y dejar fuera al candidato más idóneo para el trabajo por no hacer las preguntas correctas para encontrar el carácter más adecuado para el puesto. Los escogidos no siempre son los mejores. No es oro todo lo que reluce. Una elección equivocada para liderar un proyecto puede arrastra al abismo cualquier empresa.

En los partidos políticos, los militantes y los equipos directivos tienen en sus manos la posibilidad de elegir la mejor opción. El enfrentamiento mediático y en directo entre la presidenta de la comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, y el presidente del PP, Pablo Casado, secciona en dos un partido y pone en grave riesgo un proyecto político fuerte para la democracia española. La guerra abierta entre Díaz Ayuso —hasta hace pocos días un ejemplo a seguir en el partido no sólo en España sino en Castilla y León— y Pablo Casado es la muestra de una relación que ha salido rana y puede acabar con la credibilidad y el trabajo de una empresa por la que otros se han dejado la piel y la vida, literalmente.

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