Diario de León
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León

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Les puedo asegurar que la velocidad me pone. Dicen que el sexo masculino es más proclive a dejarse engatusar por esta sensación liberadora de adrenalina; producida según la física, por la distancia que recorre un objeto en una unidad de tiempo. En los deportes donde se utiliza, se culmina con la aceleración, que es la tasa de cambio de la velocidad. Creo que la relación entre la velocidad, la aceleración y la liberación de adrenalina, puede llegar a generar un estado de idiotez en el narrador de este tipo de acontecimientos deportivos que, hasta puede rayar lo obsceno. Narrador: ”La Carrera no se sabe si será en seco o en mojado. Según el polvo, optarán por montar gomas duras o blandas. La degradación puede ser total. No se sabe si irán a una parada o a tres. A dos seguro que no. Algunos mejoran en la Q1, en la Q2 tienen problemas de suciedad...” Por más velocidad que se ponga en el relato de la carrera, simplificando el lenguaje de su narración, no por ello, los vehículos y sus pilotos irán más deprisa. Es mejor emplear un lenguaje más sosegado. Así, esas imágenes de vertiginosa velocidad, se verán equilibradas hacia los que escuchan con una pauta calmada. De esta manera, entenderán que, el polvo, las gomas, la degradación, seco o mojado y la caída de unas gotas, no son debidas al rodaje de una película porno, sino al relato acelerado de un narrador que, le puede la emoción por encima de la profesión. Si es acontecimiento es por la televisión, con imágenes, no es todo lo peor. Imagínense escuchando la carrera por la radio, con la suegra al lado, haciendo como que lee. Si no está muy sorda y aún está en sus cabales, es probable que hasta se ruborice, e incluso que llegue a pensar mal de su ‘querido’ yerno.

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