Iraida y yo

De vez en cuando, en nuestro deambular diario lleno de reproches y caras largas, de malos humores y quejas, nuestro pensamiento se detiene y deja de mirarse al ombligo para descubrir a nuestro alrededor, pequeñas estrellas que con su sufrimiento te indican el camino correcto. El sufrimiento es una realidad y todos lo conocemos en mayor o menor extensión, pero muchas veces nuestro sufrimiento es pasajero; llega, te inunda y te abandona. Y una vez más, no aprendes nada, no te das cuenta de la lección más importante que puedes interiorizar, -“ya pasó el dolor, quizás nunca vuelva… olvidaré lo vivido en ese momento de angustia”-. Hoy, después de encontrar a IDAIRA hace unos días, por casualidad… en una reseña de un telediario como tantas otras y de pararme un momento a reflexionar, decidí aprender no lo afortunado que era por no padecer; decidí aprender NO OLVIDAR JAMÁS que existe el sufrimiento y que quien atesora felicidad debe honrarse al compartirla para paliar en lo que se pueda dicho sufrimiento. Entonces me di cuenta del tipo de Sociedad en el que vivía y no me gustó. Desde que encontré a IDAIRA, cada noche, en mi agnóstico mundo deseo encontrar en mis sueños a Dios para hablarla de ella, de su lucha, de la lucha de sus padres. Para preguntarle por qué en su sonrisa no encuentro algo que me falta y que echo de menos. Me gustaría encontrar a Dios para pedirle que por favor coloree aquello que me parece más gris y terrible y en cada mañana, al no encontrarme con Él; descubro que quizás Dios seamos todos los que rodeamos el sufrimiento. www.todosconidaira.com