Diario de León
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León

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Hola a todos y muy feliz año 2015. Tras la cabalgata de los Reyes Magos celebrada en la capital Leonesa la pasada noche del día 5 de Enero de 2015, mi familia y yo, nos dispusimos a cenar de pinchos en el barrio Húmedo de nuestra capital. Lo pasamos muy bien, los niños se divirtieron muchísimo. Todo discurrió de lo más normal, a excepción del gélido frío de la capital leonesa, el cual llamó la atención de mis amigos ponferradinos. La noche caía y tanto los niños como los adultos, gozábamos de los juegos, los unos, y la charla los otros. Todo ello se truncó en el último bar al que decidimos ir. ¿Qué fue lo que ocurrió, tan grave, para que yo me animase a escribir este testimonio hoy y compartirlo con todos ustedes…? ¿Qué pudo suceder esa noche para que toda mi familia, amigos y yo, indignados, decidiésemos dar por terminada la velada e irnos a nuestras casas? Ahora lo entenderán: En primer lugar, he de decir que la educación para mí lo es todo, pues soy maestro de E. Primaria; por ende, no logro entender el hecho sucedido, que ahora paso a relatar: Entramos en un bar, movidos por el ánimo de tomarnos otro vinito y probar la famosa morcilla leonesa. Al ratito de estar allí el camarero, dueño del establecimiento (sito en plena plaza de San Martín del barrio Húmedo) y famoso también por su carácter agrio y amargo, comenzó a servirnos. Entonces ocurrió algo insólito. Mi sobrino (de 18 meses de edad) comenzó a balbucear y emitir sonidos propios de los niños y las niñas que se encuentran en esa fase del desarrollo humano en el que aún no podríamos considerar siquiera como palabras, sino solamente como protolenguaje. Mi madre, que en ese momento se encontraba con el niño fue apercibida por dueño, el cual la invitó a que saliese con el niño fuera del establecimiento, puesto que, por lo visto, los sonidos emitidos por mi sobrino eran molestos y no eran de su agrado en su local. Ya no vamos a considerar que el bar se encontraba bastante lleno de personas que estaban hablando y no demasiado suavemente; tampoco vamos a tener en cuenta las bajas temperaturas que había en la calle en ese preciso momento (hablamos del 5 de Enero a las 22.30h. aproximadamente); haremos la vista goda en relación al hecho de que mi sobrino de 18 meses de edad no es un vándalo, ni mucho menos un borracho que grita por el gusto de molestar embriagado o bajo los efectos del alcohol o droga alguna; podemos tolerar que el dueño cerrara con llave la puerta del establecimiento dejando a mi mujer, mi amigo y un montón de clientes encerrados con el fin de que no nos librásemos de pagar lo servido (entiendo que nos creyese capaces de irnos sin pagar, a la vista de la reacción que tuvimos recriminándole lo sucedido); podemos llegar a tragar, además, el hecho de que nos ofreciese un modelo de reclamación obsoleto en el cual debíamos poner la fecha sobre un modelo viejo y arrugado en el que figuraba 197… y el sello de la junta de Castilla y León no existía, apareciendo en su lugar el águila con el plus ultra de la dictadura franquista. Ahora bien, lo que jamás podremos entender es el hecho de que ninguno de los que allí se encontraban decidió, a la vista de lo sucedido, pronunciarse ni emitir ningún juicio de valor. Nadie, en absoluto, hizo el más mínimo comentario ni se pronunció en uno u otro sentido. Aquello si me pareció desolador. Entonces me di cuenta de que algunos valores de la sociedad están cambiando… a peor, sin duda. Ante esto. Las personas educadas solo podemos quedarnos con la boca abierta y con cara de sorprendidos. Esto, amigos, nos ha sucedido a nosotros y creemos que es algo lo suficientemente grave como para perder un rato de nuestro tiempo compartiendo este suceso, así como mostrar nuestra indignación, sin más ánimo que el de desahogarnos y recapacitar ante ustedes, lectores inteligentes ante ciertos valores presentes en nuestra sociedad en pleno siglo XXI. Solo me queda dar un pequeño consejo a nuestro antipático gerente, otrora tan aficionado a los lemas de pared, leyendas burdas y mensajes soeces: «Si lo que quieres es cuidar a tus clientes y lograr que tu negocio prospere, en beneficio de ti mismo y de tu ciudad, has de cambiar, y mucho; pero si lo que pretendes es alejar a la gente educada de tu mísero negocio debes poner letreros explicativos en la puerta de tu establecimiento en los cuales podamos leer, mensajes disuasorios como por ejemplo: Prohibida la entrada a los niños » Gracias por tu atención. Luis Alberto Mondelo Sánchez

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