Diario de León
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Los profesores de religión católica llevamos años siendo el centro de la diana de algunos sectores sindicales. Las razones son tan peregrinas como ideologizadas cuando no puramente falsas. La última retahíla nos la presenta en forma de decálogo el sindicato Stele. Me van a permitir algunas observaciones que desmienten objetivamente postulados también en forma de decálogo. Primera. El área de religión tiene en la LOMCE menor peso y presencia pues el desarrollo normativo en Castilla y León hace que pierda un tercio de su horario escolar en primaria y casi desaparezca en Bachillerato (léanse el BOCyL de vez en cuando). Segunda. Los contenidos están centrados en el desarrollo de la especificidad del área educativa. Otra cosa es que estén más cercanos o lejanos a su pensamiento ideológico. Hay que saber de qué se habla y no sacar las frases de contexto. Tercera. La económica. Lo que realmente encarece la educación son los profesionales que en vez de desarrollar su labor educativa se dedican a labores más propias de la política. Eso sí empobrece la educación. Cuarta. Falacia recurrente la de la complicación de horarios. Éstos tienen su encaje de bolillos, tarea que realizan muy concienzudamente los jefes de estudios. Es parte del trabajo (no dicen nada de los compañeros que comparten centro sean de la especialidad que sean, curioso). Quinta. Los profesores de religión llevamos tiempo reclamando que se regularice nuestra situación por medio de concurso-oposición como cualquier otro educador. Por el momento, la Administración educativa convoca concursos para plazas determinadas. Ahí tienen ustedes un campo de trabajo, exijan que este extremo se desarrolle legalmente. Sexta. Los contenidos de religión son tan fáciles o difíciles como los de su alternativa. La diferencia la marca, como en cualquier área (matemáticas, lengua) el desarrollo intelectual de los alumnos y de ahí las diferentes notas que cada uno de ellos saca. Séptimo. Resulta casi insultante que se agarren a dos artículos de nuestra Constitución para obviar descaradamente el 27.3 que consagra el derecho de los padres (no de los sindicatos ni del Estado) a educar a sus hijos según sus convicciones morales y religiosas, incluyendo el ámbito educativo. Octavo. La escuela laica, como se refiere, sí que se inmiscuye en el ámbito de los que quieren una formación en su cultura y tradiciones religiosas, cuando quiere que esta opción no sea de libre elección para todos los alumnos. Noveno. La manipulación de conciencia recae en aquellos que niegan las opciones en la educación pues el espacio educativo debe ser un espacio para conocer todo lo que nos rodea y es útil para crecer como personas libres y objetivas conocedoras de nuestra propia cultura. Y décimo. ¿Qué le queda de “sindicato” a algunas asociaciones sindicales cuando una de sus motivaciones principales es la defensa del despido de 15.000 trabajadores de la enseñanza, número que corresponde al colectivo de profesores de religión en España? Eso sí que es defender el empleo en la educación.

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