Diario de León
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León

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A estas alturas no hay español (incluidos los catalanes), con un mínimo de sentido común y de preocupación por cuanto le afecta, que no sea consciente de que han existido, existen y, como no nos apliquemos mucho más y mejor, existirán "mordidas" en los contratos públicos. El "peaje" por su adjudicación es una realidad. En un diagnóstico muy somero, reconozco que en él falta profundidad investigadora, los actores intervinientes en el proceso son: el político de turno y/o sus secuaces, el funcionario fiel al político de turno y la persona (física/jurídica) adjudicataria. Los tres son necesarios para llevar a cabo la fechoría, por acción u omisión. A veces (pocas), el político no se entera y la mordida la recibe el funcionario. Otras veces (muchas) el funcionario afín al político no se quiere enterar y la mordida la recibe el político o su "testaferro". El tercer actor participa esperando que el mordisco no le produzca infección sino inmunidad. Es una especie de triángulo de las bermudas en el que el dinero de todos se esfuma y luego aparece, ya sabemos todos donde. La solución a esta tropelía pasa, por ejemplo, por proyectar y tasar (lo que se licita se necesita y lo que vale será lo que cueste) de manera rigurosa las obras, servicios y/o concesiones objeto de contratación y establecer unos criterios de adjudicación sencillos y transparentes en su formulación, más o menos exactos, y que puedan ser evaluados y aplicados de manera fundamentada aún contradictoria por comisiones de expertos independientes, sin mácula, de composición mixta de dentro y fuera de la administración pública de turno. El dinero público sí es de alguien, es de todos y cada uno de los españoles.

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