Diario de León

Los ciudadanos al servicio de la Administración

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León

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¿Recuerdan la película ¡Jo, qué noche! (After Hours, 1985) de Martin Scorsese? Así me he sentido hoy, como Paul atravesando Manhattan. ¿Cómo explicarlo? Es más largo y difícil de explicar que de resolver. Como es obvio, toda historia comienza por el principio. Resulta que allá por el mes de marzo me piden desde el colegio de mi hijo un certificado del IRPF del 2016 (última presentada en ese momento) para poder tramitar la correspondiente ayuda para libros de texto del curso 2018/19. La Consejería de Educación de la JCYL no pudo comprobar mis ingresos por haber sido presentadas dos declaraciones. Todos sabemos que la válida es la última. Además, la segunda no afecta a los ingresos ni al resultado. Como cuento con certificado digital, me dispongo a obtener dicho documento a través de internet e imprimirlo. Sin embargo, cuál es mi sorpresa al observar que la página de la AEAT no lo permite; por causa de haber sido grabadas dos declaraciones. Tras lo cual solicito cita previa en la Delegación de Hacienda para obtener dicho certificado. Acudo a la cita presencial. Me lo tramitan. Pero ¡sorpresa! entonces me indican que me lo enviarán por correo postal al domicilio en unos días, en lugar de imprimírmelo. Surrealista. El caso es que cuando lo obtengo, lo presento en el colegio y asunto ¿terminado? En el mes de junio solicito también la correspondiente bonificación para el comedor escolar. A finales del mismo mes, me vuelven a pedir desde el colegio lo mismo que en la anterior ocasión: que debo aportar un certificado de IRPF-2016. Otra vez. Es decir, que lo que la misma administración (Consejería de Educación) pudo finalmente validar tres meses atrás, ahora tiene que validarlo de nuevo y no puede. Y les tengo que adjuntar otra copia como la que ya les adjunté anteriormente. ¡Menos mal que me guardé una! Que ya me veía otra vez de paseo. Tras las calmas de agosto (nunca mejor dicho; hasta en los Juzgados es inhábil) compruebo en la app-comedores que me ha sido denegada la bonificación. Y como tampoco he recibido ninguna notificación al respecto, pregunto en el colegio por el motivo. Lo cual no saben responderme. Acudo la mañana del 13 de septiembre a la Delegación Provincial de Educación para averiguar el motivo: que no se ha tramitado la documentación complementaria adjuntada; y que ahora adjunte además: certificado de estar al corriente de las obligaciones tributarias y certificado de imputación rentas del 2016. Me dirijo a la Delegación de Hacienda para obtenerlos. Pero me encuentro con el consabido obstáculo: no atienden sin cita previa. Para el mismo día tampoco dan cita, por supuesto; aunque no estén todas cubiertas o haya alguna anulación. Y como ya perdí esta mañana, me siento escribir estas palabras en la sala de espera. Incluso durante minutos de soledad. Echando de menos esa pregunta que cualquier aprendiz de un servicio de atención al cliente sabe: ¿En qué le puedo ayudar? Mientras, contemplo puestos trabajo vacíos; un funcionario cabizbajo sin saber qué hacer, jugando con su móvil; y funcionarias haciendo acopio de bolsas del supermercado llenas con enseres pagados del sueldo que le pagamos entre todos. Incluso alcanzo a ver a la persona que me atenderá mañana (al final te los acabas conociendo, están siempre ahí) paseando por entre las mesas, aburrido y comentando sus temas personales con los compañeros, descolgándose de su silla. ¿Esta es la Administración que sostenemos? Con la burocracia “burrocracia” hemos topado. Ya no recuerdo dónde escuché, quizá lo soñé, que la Administración está al servicio de los ciudadanos. Es el mundo del revés: los ciudadanos al servicio de la Administración. Pido cita para el día siguiente. Otro día perdido en el trabajo. Confío en no perder el trabajo mismo. El común de los mortales no disponemos del anacronismo de los moscosos. Ni de tener un trabajo de por vida. Otro anacronismo. Finalmente cruzo los dedos para que me lo quieran imprimir y que no deba esperar de nuevo a que me lo remitan dentro de unos días por correo postal. Que, pese a su mala fama, creo que Correos funciona mejor que ellos. Dice la sabiduría popular: Unos tienen la fama, y otros cardan la lana. ¡Jo, qué dia!

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