Diario de León
Publicado por
Gerardo Fernández
León

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Siempre he creído que las leyes justas son leyes de progreso, las que protegen a los ciudadanos, sus derechos y el ejercicio de los mismos. Y estoy convencido de que el pensamiento de izquierdas no tiene en exclusiva, por el hecho de serlo, la prerrogativa del progreso ni el de derechas, por serlo, es contrario al mismo. Por ello me resulta enormemente extraño que el Gobierno actual, que se define como de progreso, defienda en el tema del aborto una ley de plazos como la actualmente propuesta. No comprendo los argumentos de que con esta ley España se coloca entre las naciones europeas más adelantadas en derechos. No lo entiendo porque las leyes, por el simple hecho de ser debatidas y aprobadas que sede parlamentaria, no tienen garantizada la moralidad de la protección de los derechos, pueden ser inmorales. Oyendo los argumentos aducidos en favor de la ley del aborto se inspiran claramente en la ideología del sociologismo moral: el fundamento de la moral es la sociedad y el hecho moral se reduce al hecho social. Desde esta posición el gobernante piensa que es moral lo que el Gobierno propone y el Parlamento aprueba, y punto. Así se llega hasta el extremo de anular la autoridad de los padres, suplantada por el Estado, cuando propone que adolescentes, sin conocimiento paterno, tomen una decisión tan seria como la de abortar ¿No son ellos los responsables a todos los efectos de sus hijos? ¿Pretende, acaso, el Estado erigirse en defensor de los derechos de los hijos frente a la responsabilidad que corresponde a los padres? En la moral existen dos niveles a considerar. En el nivel personal, la norma moral es la que cada uno encuentra formulada en su conciencia, no bajo la tiranía de su egoísmo sino bajo criterios de universalidad, como diría Kant, y se le impone como imperativo de obligación ineludible. En el nivel social, la norma moral se encuentra en la sociedad en situación ideal de diálogo, como dice Habermas es decir, cuando los ciudadanos y los diversos grupos sociales participan en igualdad de condiciones en los debates sobre temas que afectan a todos. Aquí tiene su papel la Iglesia, como un grupo más en el concierto social. Porque, aunque tampoco la religión sea el fundamento de la moral, es estrecha la relación entre ambas y se hace más fuerte en el fin: Dios aparece como garantía de armonización entre la felicidad ilimitada, anhelada por ser humano, y el esfuerzo hasta el sacrificio que el ejercicio de la virtud para autorrealizarse como tal le impone. Solamente la naturaleza humana, la condición humana, es el fundamento de la moral. Antes de que exista ley alguna y aunque no existiera, atentar contra la vida humana es inmoral porque la vida no es un objeto sometido a precio, tiene dignidad. Por todo esto resulta enormemente chirriante oír de boca de unos gobernantes que el feto no es un ser humano ¿Acaso es algo simiesco o reptiliano? o que el Parlamento no tienen que atender a morales privadas ¿Por qué no? ¿Acaso por imperativos ideológicos o intereses políticos partidarios? Volviendo el tema que me ocupa, una pregunta: ¿Por qué, en lugar de una ley que da "licencia para matar", no se plantea una ley que apoye a la mujer que se encuentra con un embarazo no deseado para que pueda llevarlo hasta el final? Se trataría de poner a disposición de la vida medios públicos que garanticen a la madre continuar con su proyecto de vida de estudios o de empeño profesional y que, al mismo tiempo, la ayuden a lograr la vida que viene. Ya hay instituciones religiosas que lo hacen. ¿No sería este el verdadero progreso? En el aborto hay fundamentalmente dos víctimas: el feto y la madre. El feto porque se profana su dignidad y derecho fundamental a la vida. La madre, por el grave trauma que tal situación supone. ¿Qué menos puede hacer un Gobierno que proteger derechos fundamentales? Y la jerarquía eclesiástica ¿no tiene otra cosa que ofrecer, en una situación enormemente delicada y dura, que portazos y exclusiones?, ¿Es esa la línea trazada por Jesús en el Evangelio? Hay otra tercera víctima en esto del aborto: la sociedad. Europa y España en concreto son sociedades envejecidas. ¿No será mejor cuidar hasta el extremo la renovación generacional, que facilitar la eliminación de una vida? Un embarazo no deseado puede, ciertamente, conllevar situaciones angustiosas para la embarazada. En todas las épocas de la historia de la humanidad las ha habido y las soluciones han sido muy variadas y, con frecuencia, terriblemente inhumanas y peligrosas para la vida de la madre. Así ha sido y lo seguirá siendo. Para estas situaciones angustiosas ya contamos con la ley de despenalización. A nadie se le puede exigir ser héroe o heroína en su servicio a la vida y, mucho menos, si no ayudamos a la persona que se encuentra en esa situación más que con permisividad o con condenas. ¿Cuál es la verdadera razón de otra ley que no es de vida?

Gerardo Fernández Fdez.

Doctor en Filosofía

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