Sensatez obligada en la regulación hostelera

El periplo de la ordenanza sobre las terrazas de los establecimientos hoteleros que el Ayuntamiento de León viene pergeñando desde hace ya meses sigue dando tumbos. Al final pone coto, obligado sobre todo por la presión de los vecinos, a un exceso nacido de la necesidad durante la pandemia, pero que ha extendido los privilegios de los negocios del sector durante demasiado tiempo. El nuevo borrador limita aún más la previsión de ocupación máxima de plazas de aparcamiento: de un tercio, como se proponía desde el equipo de José Antonio Diez, a una quinta parte en el casco histórico y el Ensanche y una cuarta parte en el resto de las calles; y reduce también los horarios. La regulación ha de hacerse desde la necesidad de pensar el modelo de ciudad que se busca. También, por encima de todo, los derechos del conjunto de los ciudadanos, más allá de lo que beneficia a un sector que, no cabe duda, es básico en la economía local. Los vecinos lo saben y lo sufren, y así se lo imponen al Ayuntamiento. La ordenanza tendrá que ir, inevitablemente, por el camino de la sensatez.