Diario de León

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Son pocas las ocasiones en las que las gentes del campo y los ecologistas batallen una guerra en el mismo bando. Y es que siempre me ha costado creer que dos colectivos que defienden lo mismo, el amor por el entono, por lo natural, tengan siempre puntos tan equidistantes el uno del otro, pero bueno, eso es otra cuestión.

Ambos colectivos se han unido, por lo menos en su discurso, para hacer un llamamiento ante una realidad que se impone como una apisonadora en el nuevo paisaje de la provincia de León, quizás en la que con más fuerza se están impulsando los macroparques de energía fotovoltaica. Los 24 macroproyectos que ya se han publicado en el Boletín Oficial, sometiendo a información pública la solicitud de autorización administrativa previa y el estudio de impacto ambiental, ocupan una superficie de 4.549 hectáreas de tierras de cultivo o pastos, según ha informado recientemente Asaja, una superficie equivalente a la inundada en su día por los cuatro pantanos de la cuenca del Duero (Barrios de Luna, Villameca, Riaño y Porma). A aquí es donde, echando la vista atrás, nos vuelven los fantasmas de la expropiación forzosa, de renunciar a lo nuestro para favorecer a los de más allá, de callar por el bien común.

Pues no, es el momento de hablar, alto y claro, es el momento de escuchar a los que van a arrancar estas tierras de sus manos, es el momento de decir que no a cambiar un paisaje natural, de páramo o de montaña, por un mar de espejos.

Todas esas hectáreas que serán ocupadas es tierra que se resta a la que es, y siempre será, la industria más potente de León, la agricultura, la que crea cientos de puestos de trabajo a la año, la que genera trabajo, futuro y prosperidad.

Al otro lado de la balanza, metros y metros cuadrados de instalaciones fotovoltaicas, que como mucho crean un puesto de trabajo, el del vigilante, y que no aportan ninguna riqueza al territorio, ya que como la electricidad que producen, se esfuma a las cuentas corrientes de las eléctricas, pasado por las cabezas de aquellas personas a las que se les está quitando la oportunidad de explotar esas tierras, y a los que están siendo expulsados al no poder competir con los precios que pagan las multinacionales.

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