Diario de León

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Pintan borrascas. Allá por donde mires. En lo climático, como abruma la cumbre mundial adoptada. O en lo político, con la irresoluble ecuación de pulsos en la deriva hacia ninguna parte, más allá de la burra dando la vuelta al trigo para llegar al mismo punto: hay lo que hay, y más allá sólo caben fanatismos y hartazgos que no deben ser alimentados por más tiempo. Porque no cambian lo fundamental pero enrarecen las menudencias que vienen abortando la práctica y la lógica de lo que nos preocupa.  

De lo que debería ocuparnos de verdad, hastiados como estamos del vacío toma y daca de aquellos entre los que dividimos nuestros votos, incapaces como evidencian no ya de ser generosos como exige aquello en lo que se han embarcado (la política y las instituciones); sino de poner sobre la mesa un mínimo sentido práctico de la cosa pública.  

El cortoplacismo en el tobogán político de corrientes sin más mérito que coger a tiempo la ola de la demagogia está amortizado para unos, rentabilizado para otros y a punto de caramelo antes de que se derrita para los recién llegados. Y ni estos, ni los que estaban, ni los que se fundieron ni los que se engendran muestran solidez ideológica ni organizativa suficiente como para persistir un tiempo prudencial en el que hacer valer sus principios. Y así no hay manera de sentar las bases de nada.  

Sólo que lo que está en juego somos nosotros y todo lo nuestro. Lo público y lo privado. Ahí está la otra borrasca. La de la desaceleración-ralentización-recesión económica. La del lobo que aúlla de nuevo. La del miedo con el que nos apechugan quienes no aflojaron la cuerda cuando vinieron mejor dadas (Hacienda e impuesto de sociedades dixit), pero ciernen de nuevo hasta la asfixia las previsiones del miedo con el que no han dejado de trabajar en más de una década.  

Es cuestión de clima. El de la tolerancia y la cintura política, el de la justicia social y el rechazo a la hueca demagogia. El que necesita poner los puntos sobre las íes para recuperar el norte. Otra cosa es hacer valer razones y poderes. Las borrascas no cesarán, son cada vez más virulentas, impredecibles e ingobernables. Quizá la cuestión ahora no sea tanto cómo doblegarlas sino cómo hacerlas frente. Quizá sea el momento de alzar los derechos adquiridos en tantos años de resignación y recortes. Quizá ya no todo vale. Quizá la borrasca ha devenido en ciclogénesis perfecta. Quizá, aquí y ahora.

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