Diario de León

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Tiempo. Eso es lo que pidió Manolo Cadenas a principio de temporada para encajar las piezas de un proyecto hecho a su imagen y semejanza. Y el tiempo, aunque este curso brille por su ausencia, le está dando la razón. Algo cambió en Irún y desde entonces el Ademar juega con una marcha más. El problema es que nadie sabe a ciencia cierta hasta dónde durará el arreón. Desde luego el demente calendario aprobado por la mayoría de clubes Asobal no ayuda. Lo fiaron todo a compensar las pérdidas de la temporada pasada —sin importar lo que opinen los verdaderos protagonistas— y el covid se encargó de ponerles a todos en su sitio. Sin público en las gradas, con una mochila ingente de encuentros a recuperar y obligados a salir a la pista tres veces por semana. Ese es el panorama del conjunto leonés, que encima el sábado acaba periplo en Barcelona. Un partido —este último— que no interesa a nadie, condenado al fracaso y que dudo mucho sirva para mejorar nada. Es la jornada que cada año se tira a la basura, el rival que impide que la liga española salga de la UCI, el compañero de clase abusón al que nadie puede parar.

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