La música ciega sus ojos

Mar de fondo | carmen tapia

A Manuel de Falla le atribuyen esta frase: «La música no se hace, ni debe jamás hacerse para que se comprenda, sino para que se sienta». Desde muy pequeña me he inclinado por las canciones de cantautor, aunque abarquen todos los estilos de los músicos que componen, ponen letra e interpretan. Cada letra, cada título, cada éxito musical hay que analizarlo en el contexto histórico en el que ocupó los primeros puestos de venta, aunque hay historias cantadas, desde la perspectiva actual, que sorprenden por su apología explícita a favor de la violencia de género. No suelo frecuentar discotecas, pero mis confidentes adolescentes me indican que lo que más se lleva ahora es el reggaetón, una música latina que mueve masas y llena las pistas de baile. Lo que más me sorprende es que estas adolescentes que me cuentan las novedades discográficas para mover el esqueleto, se escandalizan, con cierto aire socarrón, de las letras de estas canciones, que hacen claramente apología machista. «Entonces, ¿por qué vais a los locales donde ponen esta música?», les pregunto. Y me aclaran la evidencia, lo difícil de aislarse del grupo, de la corriente que mueve a las masas. «Qué difícil es, cuando todos bajan, no bajar también», escribió Antonio Machado. Desde mi experiencia y edad, les aconsejo que se planten y se nieguen a escuchar estas letras. Algunos boleros, rancheras e incluso las historias de las adorables y tiernas princesas de los cuentos ilustrados por Walt Disney suponen, a mi juicio, un peligro para la salud intelectual y mental de nuestros hijos e hijas desde su más tierna infancia, pero lo del reggaeton supera los límites de la ceguera juvenil. Letras como «dale con el látigo» o «tu culo gordo» denigran a las mujeres. Respeto todos los géneros musicales. Las letras de Serrat, Aute, Paco Ibañez, Luis Llach, o las canciones de Raphael y Antonio Machín, por ir al otro extremo, me han enseñado cosas de la vida. ¿Qué aprenden los jóvenes con las letras del reggaetón?