Diario de León

Crónicas bercianas | A. Calvo

De botillo en botillo o de político en político

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Yo ya he perdido la cuenta de todos los festivales del botillo que se han celebrado a lo largo y ancho del Bierzo y, es más, a lo largo y ancho de la Península. Cada fin de semana uno o dos. Y ahora empieza a descender la asiduidad de las citas, pero aún quedan. De Madrid a Barcelona pasando por Bembibre y Sevilla y más allá de la Cordillera Cantábrica. La exaltación del embutido rey, el manjar por excelencia berciano... hay un sinfín de apelativos cariñosos para esta tripa de carne. Los que más se dedican a participar en estos saraos son los políticos. Muchas fotos por doquier, implicación con los productos de la comarca, promoción del Bierzo, recaudación de votos, que estamos a tan sólo un año y medio de las próximas elecciones.

La gente en la calle lee otra cosa. Dos conversaciones. La primera sucedió un miércoles por la tarde/noche. Una pareja hablaba con otro hombre en una calle de la parte baja de la ciudad. Se acerca un conocido más que les escucha debatir y les pregunta: ¿Hablando de política?, y responde uno de los tres tertulianos: «No, de hijo...». «Pues eso, de políticos», y este cuarto en discordia siguió su camino hacia la plaza Fernando Miranda entre sonrisas. Pero el problema no es ya la valoración que se tenga de los políticos españoles, provinciales o bercianos, lo peor es el desconocimiento o el pasotismo. Ante la visita del presidente del Consejo Comarcal a un pueblecito una mujer inquirió a la prensa por quién era el que había causado tanto revuelo de medios de comunicación. A la respuesta de «es Ramón», la pregunta fue muy clara: «¿Y ése quién es?». Después también dejó escapar un suspiro para que la visita oficial no enturbiara su trabajo de la mañana.

Todos se apuntan a las comidas o a las cenas, porque la verdad, nada importa que el botillo sea poco digestivo y que después de cenarlo sea preciso unas sales de fruta más que potentes. Las cuestión es viajar, hacerse ver y que todos luzcan sus mejores galas y digan sus mejores palabras. Doy por hecho que después de esta temporada botillera alguno tendrá que recurrir al régimen estricto para empezar con la operación biquini o bañador, en función del género.

El botillo se ha mezclado este año con la fiesta del carnaval. Algunas localidades han unido las dos festividades, porque la cita gastronómica es de carácter obligado y de instauración popular, y el olor se ha mezclado con el color. ¿Qué opinará la iglesia de este maridaje gastronómico y pagano? Ya queda menos para la cuaresma. A los que dejan el disfraz de carnaval les sustituyen ahora los que se visten de papones para la Semana Santa.

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