Diario de León
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Fuego amigo | ernesto escapa

Yo pertenezco a la generación de la galena, aquel artilugio de internado que se conectaba a las alambres del somier y nos traía la voz frutal y berciana de Luis del Olmo, la voz opaca, altanera y gótica de Francisco Umbral, la voz sonora de Crémer o la salmodia ronquilla de Bernardino Martínez Hernando hasta los fríos adolescentes de pelis, sabañones y bendita sea tu pureza. Francisco Umbral y Luis del Olmo nos llegaban desde la emisora Radio Falange, que ya para entonces se llamaba La Voz de León. Era una de las tres emisoras de la ciudad, la que transmitía los desfiles de Papalaguinda con más fervor patriótico.

En aquellas ocasiones solemnes se descifraba el misterio de siglas de su indicativo, cuya rotundidad agitaba las vigilias de nuestra frágil adolescencia: Rem-Car. O sea, Red de emisoras del Movimiento, Cadena azul de radiodifusión. Umbral hacía lirismo con la cenceña del orteguiano paseo otoñal peraltado sobre el río, mientras la voz de Luis del Olmo iluminaba las propagandas rimadas del comercio de la plaza. «Camisas como las de Sabugo, jamás en León las hubo». Y cosas así.

Crémer leía sus cartas a la tía Federica o hablaba del pelotón, mientras don Bernardino ponía un contrapunto de desenfado al bordoneo vespertino del rosario en las ondas. Eran los primeros años de la que luego se llamaría década prodigiosa y Umbral salió despedido para Madrid por un conflicto con los pololos del Círculo Medina, dejando a la ciudad fría y gótica el legado literario de su Crónica de las tabernas leonesas.

Luis del Olmo abandonó también la emisora siguiendo el rastro enamorado de una locutora, mientras Bernardino Martínez Hernando padecía las asechanzas de sus compañeros de sotana, que le quitaron por sorpresa clases eclesiásticas, cine forum parroquial y micrófono. Sólo Victoriano Crémer permaneció para siempre en la ciudad, jubilado de las ondas, aunque siempre activo en la socarronería.

Aquella radio de la nostalgia adolescente la jubiló la libertad. En ese tramo abierto a todos los vientos enseguida alcanzó Luis del Olmo el protagonismo que corresponde a su estatura de recio castaño berciano. Así se lo ha reconocido el Premio Francisco de Cossío a la trayectoria profesional. Al cabo de tantas estaciones, que jalonan quince mil amaneceres, centenares de premios y sucesivas oleadas de oyentes, ha vuelto una vez más al espacio familiar, para recibir el afecto de sus colegas.

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