El bebé Nicotino

En blanco | javier tomé

Puesto que la tarea básica de un columnista es contar cosas, debo referirme casi obligatoriamente a la espantosa lacra del tabaquismo, un vicio nefando que los antiguos conquistadores emigrados al Nuevo Mundo asociaban a los poderes infernales, al ser incapaces de comprender la propulsión apocalíptica de aquellos indios bravíos que echaban chorros de humo por la nariz. Aunque Oscar Wilde dijo que disfrutar de un cigarrillo es la perfecta expresión del placer, el buen gobierno de Rodríguez Zapatero nos lleva dando el tabardillo a los fumadores desde hace largo tiempo, en su decidida apuesta por lograr el máximo bienestar común. Y para ello, ha adoptado un rosario de medidas complementarias. Por un lado, poner el paquete de tabaco a un precio similar al del pelo de conejo, además de legislar un conjunto de medidas que parecen el fruto envenenado de la más puritana de las mentes. Honesto propósito que ha llevado a algunos responsables sanitarios a solicitar que venga ya el doctor House, a combatir tanta sinrazón.

Buen ejemplo de drama isabelino es el que está viviendo Ardi Rizal, un niño indonesio que a pesar de su corta edad se encuentra atrapado en la noche oscura del tabaco. El bebé Nicotino, pues así le llaman en su aldea, se mete entre pecho y espalda un par de cajetillas diarias, evidenciando tener más manías que el de Psicosis . Porque si no le compran su marca favorita, comienza poniendo cara de vinagre y acaba llorando a moco tendido, al tiempo que se golpea la cabeza contra las paredes. Puesto que tenemos la obligación moral de preparar el mundo para la siguiente generación, yo recomendaría al presidente que deje de poner hocicos a los fumadores españoles y se v aya a Indonesia con el loable objetivo de adoctrinar al bebé Nicotino sobre la realidad brutal de una costumbre que acabará por llevarle de cabeza a los ardientes domi nios de Satán.