La Protectora

Usada con las debidas precauciones, la verdad no hace daño a nadie. Y por ello hay que calificar de canallada suprema lo que los responsables de la empresa «Caballos de Boñar» han hecho con sus pobres equinos, abandonados a su triste suerte hasta morir algunos ejemplares a causa del hambre pura y dura. Una gestión empresarial a lo Pancho Villa que puede incluirse, con total merecimiento, en el gran libro de las bajezas contemporáneas cometidas contra los indefensos animales.

Aunque censurar a la Junta es casi una adicción en tierras leonesas, justificada por demás en ciertas ocasiones, hay que felicitarse porque el servicio de Agricultura consideró que la broma había llegado demasiado lejos, haciéndose cargo de la alimentación y el cuidado de unos seres condenados a morir debido a esa insólita crueldad que es blasón de la España más negra y profunda. Así se ha evitado, al menos por el momento, que los caballos de Boñar pasen a formar parte de la galería de brutalidades perpetradas contra unos animales indefensos.

La voz de alarma que ha disparado el caso se debe a la vocacional Protectora de Animales de León, que se apresuró a denunciar semejante barbaridad y está luchando a brazo partido por lograr una solución legal y definitiva para los equinos. Sus miembros, y lo digo con pleno conocimiento de causa, son una suerte de héroes cívicos que pelean a diario, de forma totalmente idealista, por inculcar un poco de higiene moral a los maltratadores y abandonadores de mascotas, una perversión tan repugnante que debería ser objeto del más estricto control por parte de la ley. Y es que el grado de cultura de un pueblo, o en este caso de una provincia, se mide por la forma en que trata a sus animales. Palabra de Gandhi.