Diario de León
León

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A quel Monopoly de césped que se inventaron hace una década rebosa hormigón pero se ha quedado sin fútbol. Hoy lo entierran, amortajado como estaba desde que en los albores del siglo apareciera aquella caseta de obra, a la sombra de Pallarés, en la que bajo el nombre de Profutle se creó la patente de los salvadores de la patria. Leoneses de toda la vida, prohombres desinteresados que lo más redondo que habían visto pasaba por un ladrillo tabiquero, pero que supieron adivinar la oportunidad de un Plan General de Ordenación Urbana que empezaba a rehogarse en la cocina del Ayuntamiento; tiempo habría para cobrar, en factor tierra, adjudicación de obras y favores políticos municipales, el favor de hacerse cargo de una Cultural que necesitaba mutar en Sociedad Anónima Deportiva.

No todos conseguirían sacar el mismo rendimiento, aunque por entonces, todavía corría el tiempo de convertir el campo de fútbol en un escaparate para la campaña de imagen, con el equipo en el coqueteo continuo con la liguilla de ascenso. Pecho fuera, la grada se acostumbró a ver a los personajes que luego se han repetido en los capítulos más importantes de la historia reciente de León. Una amalgama en la que compartían espacio incautos arietes a los que ha quemado la cartera el fuego de la vanidad, cuando no el orgullo y la soberbia, y desastrados chupones que no veían más que su jugada. Allí, descollaron para el gran público el puro y la caricatura de silueta de Alfred Hitchcock portada por Santos Llamas, y la ambidiestra diplomacia maquiavélica de Ignacio Tejera. Dos cracks que luego cambiarían el deporte por el cine para hacer carrera con títulos como Aterriza como puedas Lagun Air o la muy publicitada, en paredes y muros de la ciudad, Agelcomafia .

Ninguno de aquellos empresarios ha sabido mantener la máxima maradoniana de que «la pelota no se mancha». Ni siquiera los políticos del Ayuntamiento, quienes intentan esconder que el monstruo al que dieron vida, y que todavía les sirve de escolta y valedor en ocasiones, tiene que comer. Aquel club de salvadores de la patria que se llamó Profutle.

El problema se centra ya en analizar para qué necesita León a la Cultural y qué esfuerzo está dispuesto a acometer. A nadie se le oculta que los clubes son empresas, negocios, pero la ciudad debe quedar fuera de juego.

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