Diario de León
León

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E l sistema se retroalimenta. La democracia se ha convertido en un organismo autónomo que sólo necesita a los ciudadanos cada cuatro años, durante un día, para escenificar la tradición de las urnas. No hay más que ver el escaparate político de las próximas elecciones: un listado de nombres que cualquier ciudadano, por el mero hecho de mirar el forro de un periódico una vez al mes durante las dos últimas décadas, podría repetir como si le exhortaran al recitado de la lista de los reyes godos.

Oligarcas que han sido meritorios, pegadores de carteles, aspirantes a la palabra, disciplinados seguidores de la doctrina oficial y, una vez asentados en la poltrona, han encontrado el regusto del terciopelo en la espalda, los canapés de caviar en el paladar y la falta de problemas en la cuenta corriente. Una costumbre en la que, por no abochornar al personal con la repetición del personaje como si fueran el santo de la procesión en las fiestas del pueblo, de vez en cuando optan por cambiar de escenario. La comedia del arte política triunfa sobre todo por su rentabilidad. Se le coge cariño al coche oficial, las palmadas en la espalda, la preferencia en la cola del banco y la caja, el calor del foco de las cámaras y la sensación íntima de poder por la mañana; ese olor del napalm para desayunar que subyuga al coronel Killgore en Apocalypse Now . El truco reside en no salirse de la rueda y, con la posibilidad de imponer y cambiar las reglas desde dentro, mantener fuera del cerco a quienes amenacen el sistema, basado en la apariencia de la libre participación, pero sometido a la dictadura de los partidos políticos. Unos compartimentos estancos que ni siquiera se ven amenazados con la entrada de siglas de nuevo cuño, algunas de las cuales cobijan a disidentes del catecismo imperante que sienten el frío de la necesidad de buscar un empleo, después de años de dietas y dedicaciones exclusivas con las que, por levantar la mano dos días al mes, amorteraban más que un obrero a destajo.

El resultado es la consagración del político profesional. Un personaje acostumbrado a la supervivencia que cada cuatro años pelea por ser concejal, procurador en las Cortes autonómicas, director general, presidente o miembro del consejo de una empresa pública-¦ Igual da el álbum, siempre son los mismos cromos. Todos abrazados a un lema: «Para vivir así es mejor no morirse nunca».

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