Diario de León
Publicado por
CONSUELO SÁNCHEZ-VICENTE
León

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Mirar hacia otro lado se paga, antes o después, en la vida y en la política aplazar la solución solo agrava el problema. La libertad es la más honda aspiración humana, y la esperanza el motor. Internet ha democratizado el acceso a la información entre los jóvenes de el Magreb, y a un pueblo informado no hay gobierno que le engañe, en cuanto el pueblo tiene acceso a la información 'pilla' a los sátrapas con el carrito del helado. Si la rebelión de los jóvenes árabes hubiera parado en Túnez estaríamos hablando de una bonita travesura, pero Egipto es la prueba de que lo imposible, a veces, sucede, el símbolo de que otro mundo es posible. ¿Para bien? ¿Para mal? Distinto. ¿Más justo, mejor para la humanidad, hacia más libertad para más gente, o de nuevo el cínico que todo cambie para que todo siga igual de bien para los mismos y de mal para los demás? Aun no se sabe. El minuto, tiempo y resultado de este partido es quien da la vez, y si ganaremos o perderemos con el cambio, nosotros, los 'ricos'

Por lo que vamos leyendo mientras completamos el master que nos toca hacer ahora en 'mundo árabe', ningún gobierno se esperaba lo que está ocurriendo en el arco Sur del Mediterráneo. Ni siquiera Israel. Como en la atrocidad terrorista del 11-S, ¿recuerdan?, de nuevo ninguna de las tropecientas agencias de inteligencia de los Estados Unidos ha visto venir la revolución de los jóvenes árabes sin futuro. Tampoco la Unión Europea, pero, en fin, entre nosotros, en la UE no hay 'inteligencia'. El obsceno silogismo de estas malvadas dictaduras sostenidas a golpe de talonario por los vencedores de la II Guerra Mundial lo ha derribado la información. Internet. A un pueblo informado no hay quien lo engañe. La dependencia energética del petróleo de Occidente, sigue siendo real, como que Israel corre peligro de acabar en el mar, o la amenaza de nuevos 11-S y 11-M islamistas. El precio de la tranquilidad relativa que aun disfrutamos en «nuestra» parte del mundo es lo que ha cambiado. Ya no podrá ser -al menos impunemente- «la vida de los otros»: el derecho de los millones de jóvenes árabes de las plazas de Tahrir a una libertad, un trabajo y un pan que -otro mundo es seguro- nosotros y ellos tendremos que aprender a compartir.

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