Diario de León

FUEGO AMIGO

La conquista del destino

Publicado por
ERNESTO ESCAPA
León

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E l adiós de una escritora de vida y obra cumplidas apenas alteró el sumario de una actualidad agitada por las convulsiones. Lo más relevante en Josefina Rodríguez de Aldecoa fue su decisión para afrontar las encrucijadas de una trayectoria marcada por la orfandad ante los desafíos. A base de tesón y desde unas convicciones sólidas fue conquistando su territorio como educadora y novelista en un escenario histórico y personal lleno de contratiempos. Le costó años y su itinerario no resultó nunca fácil. Hija y nieta de maestras en derrota, tuvo que inventar su propio colegio para poner en práctica un ideario educativo acuñado con la audacia de quien es capaz de rescatar valores proscritos. Mientras sus compañeros generacionales cultivaban la bohemia, se doctoró en Pedagogía y amplió estudios en Londres y Nueva York. De ahí el sambenito que recuerda en sus memorias Medardo Fraile: a Josefina la conocían como la Cultural Leonesa.

Tampoco su trayectoria de escritora resultó fácil. Aprendiz juvenil en la tertulia de Espadaña, empezó a escribir en los cincuenta, pero sus primeras novelas fracasaron en el Nadal y en el Gijón. Publicó la tesis y un libro de relatos en el paso a los sesenta, para guardar silencio durante más de veinte años, hasta que ya en los ochenta da a la luz una antología generacional y sus tres primeras novelas. A finales de 1969 había quedado viuda de Ignacio Aldecoa. El fruto de su viaje de novios en 1952 por la montaña leonesa fue el libro Babia, paraíso desconocido , un texto al alimón anunciado pero nunca cumplido. Historia de una maestra (1990), su cuarta novela y con la que alcanza el éxito, fue rechazada por Seix Barral, la editorial de las tres primeras, y publicada en Anagrama merced a la insistencia amistosa de Carmen Martín Gaite, que logró vencer el desinterés de Herralde.

Los noventa son su época de esplendor. Culmina la trilogía de la memoria, que es lo mejor de su obra, y disfruta de un reconocimiento tardío pero generoso. Sin embargo, el único premio literario que recibió fue el Castilla y León de las Letras, concedido en 2004 al conjunto de su obra. Reunió los cuentos, rescató al cabo de medio siglo su primera novela y aún alcanzó a publicar dos nuevas, ya menores. También repasó su vida en un volumen leve de memorias blancas. En sus páginas recuerda aquellas tardes azules y transparentes de la biblioteca Azcárate, donde el cura Lama oficiaba un juicioso reparto y tutelaje de lecturas entre los asiduos. Y los días felice s de La Robla, en la casa familiar de las Ventas de Alcedo, bajo la peña del Asno y junto al viaducto de los ilustrados, leyendo a Víctor Hugo en el desván de las manzanas. Un cartel azotado por las inclemencias del tiempo anuncia su venta.

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