Diario de León
León

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O cho millones de recaudación en tres días. Aquí también se podría emplear la frase de Belmonte sobre el banderillero que llegó a gobernador: Degenerando. Pues eso, degenerar es lo que ha hecho España en los últimos años, así que no debe parecernos extraño que la película de Santiago Segura haya batido todas las marcas del cine español. Porque, al final, lo único que hace el director es ponernos frente a un espejo sin trucar y porque ahora, los freaks somos todos: los que son, los que lo jalean y los que callan. Me gustaría saber en qué momento todos cuantos acuden a ver la película se reconocen en su protagonista. Estaría bien aplicar la teoría del estadio del espejo y comprobar así cuál es la edad de esta sociedad, porque Torrente es a la España actual lo que Plácido fue a la que padeció la postguerra... y, sí, como ven, poco a poco hemos ido degenerando.... Así es como hemos construido esta comunidad de la nada, sumida en una cultura insultante en la que lo escatológico vence y la vulgaridad hace tiempo que se impuso. Estamos en una espiral del silencio que ha ocultado la civilización, sustituida por un prototipo fétido y faltoso, que aniquila a base de codazos y gritos. Hija de la pretensión, ya no necesita del snobismo para moverse en sociedad porque incluso los que la desprecian le hacen la corte, en una progresión perversa, movida por los hilos de la codicia. Vulgar, paleto, burdo, soez... han dejado de ser insultos para convertirse en la razón de ser de una gran parte de la sociedad. Ocho millones... Hace noventa años abría sus puertas la biblioteca Gumersindo de Azcárate. Diez años después, con una población de apenas cuarenta mil habitantes, este centro ungido por la Institución Libre de Enseñanza conseguía alcanzar una cifra de préstamo anual que rozaba los 30.000 libros. Y no eran precisamente El código da Vinci o la trilogía de Millenium . La herencia del filántropo, unida a los de Sierra Pambley, contaba volúmenes de Voltaire o Diderot. Hemos cambiado esa sociedad ilustrada por Torrente. No estaría de más que todos cuantos se ocultan ante el terremoto de sordidez imperante volvieran sus ojos al día en el que Cándido dejó de pensar que todo estaba bien. Eran tiempos parecidos a los de hoy.

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