Diario de León
Publicado por
MIGUEL PAZ CABANAS
León

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Pasada la cascada de Nocedo subimos a la ermita de San Froilán que, sin ser San Juan de Gaztelugatxe, ofrece, encaramada sobre el bonito pueblo de la Valdorria, unas vistas memorables. Sentado en las escaleras esculpidas en la propia peña que te lleva hasta ella, te das cuenta de la cantidad de rincones maravillosos que llenan León, muchos de ellos desconocidos, probablemente insuficientemente difundidos y aprovechados. Nuestra provincia se lleva la palma en lo que a oferta de turismo rural se refiere, pero a la hora de la verdad te sigues encontrando con contrastes inadmisibles: lugares confortables y ensoñadores junto a otros que confunden una bucólica austeridad con racanería y servicios propios de la edad de piedra. En el lugar que nos alojamos encontramos una casa helada, un video VHS y, no voy a decir ya que carencia de internet, sino la imposibilidad de hablar por el móvil tuvieras el operador que tuvieras. Hay empresarios que aún confunden el turismo rural con la severidad mortificante de los cartujos, pero quien quiera vivir realmente de eso debe saber que los clientes actuales buscan cierto grado de ascetismo, pero también comodidades propias del siglo veintiuno. A la gente le complace subir río arriba por la mañana, y a lo mejor enfrentarse a un viento helador, pero al regresar a su habitación por la tarde también le agrada tener los pies calientes mientras consulta su portátil. Y si además puede escuchar música con el spotify, pues mucho mejor. Esto es lo que hay y lo que viene, y cuanto antes lo asuman los empresarios, más competitivos podrán ser sus establecimientos. Sin embargo, lo que a veces te encuentras es con pueblos a la intemperie, en el sentido tecnológico más elemental, por mucho que a nuestros políticos se les llene la boca con sus promesas de dar cobertura digital a las zonas rurales. A cincuenta kilómetros de León pernoctamos en un sitio donde no podías llamar ni a Rita, pero lo que sí vimos fue el cartel arrancado donde en su día se certificaba que los propietarios habían recibido una subvención de la Junta. Te preguntas luego cuántos habrá por la provincia y cuántos dineros se ordeñaron del erario público para que alguno rehabilitara su propia casa.

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