Diario de León
León

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Ahora que Elvis ha anunciado que deja el edificio, León empieza a preguntarse cómo aprovechó las oportunidades durante el tiempo que fue Marilyn. Esos van para ocho años en los que ser leonés se apuntaba como un signo de distinción por parte de la caterva política, sobre todo la socialista, que se jactaba incluso de saber con qué mosca le picaban las truchas al presidente cuando iba de pesca a Puente Orugo. Todo el mundo paladeaba con delectación una anécdota sobre la sagacidad y la astucia del líder. Nadie era ajeno a aquellas ocasiones en las que el hombre de la mirada circunfleja necesitó un fontanero que purgara las cañerías de un partido acostumbrado a que la bajante de las fecales se atascara. Hacer zapa, entonces, pasó a tener acepción en el diccionario más allá de su valor militar.

«Lo que yo hice por el presidente» empezó a aparecer por las tertulias de los socialistas leoneses como un salvoconducto. Un latiguillo con el que quien más, quien menos, esperaba abrir las puertas de un coche oficial y encontrar el adjetivo ilustrísimo asociado a su nombre en el membrete de las cartas de algún organismo público. Sacrificados compañeros que, a golpe de nombramiento o publicación en el BOE, encontraron acomodo bajo la sombra del presidente: Jaime González se arrellanó -"como premio por lo de Riaño-" en la Comisión Nacional de la Energía; Emilio Sierra apuró dietas en el Consejo de Cuentas; Graciliano Palomo contó peces en la Seiasa del Norte, tras mojarse el culo más de una vez por su jefe; Miguel Alejo se acostumbró a los bocatas de soberbia como delegado de Gobierno para saciar los mandatos de indigencia en la oposición del Ayuntamiento; Miguel Martínez dio rienda suelta a su vena de vendedor para imprimir movimiento a Paradores; y Ángel Villalba amplió horizontes de vía estrecha política en Feve.

Por debajo de esta primera línea se arracimaron más cargos, más personas de confianza, dentro de una tupida malla que, pese a su dimensión, no evitó que en paralelo creciera la lista de los agraviados. Dos estratos que se acercan de nuevo. «¿Dónde vamos a meter a todos los que vuelven?», ironizaba el otro día un militante, consciente de que quien quede a contrapié en las listas municipales y autonómica tendrá muy restringido el baile para el Senado y el Congreso. No hay más cartas que repartir.

Marilyn, en casa, vuelve a ser Norma Jean.

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