Diario de León
León

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Un palo para los agnósticos del europeísmo que dieron en rasgarse las vestiduras cuando aquellos periodistas de investigación airearon fotos de unos eurodiputados que iban a Estrasburgo a tomar un corto —zurito o chiquito, que de todo hay en la viña del señor—; eso sí, el retorno se hacía con la alforja llena a costa del dinerín de todos de esa Europa grande y libre que soñaba Willy Brandt, el canciller alemán que abrió el ala para que los emigrantes pudieran encontrar en Baviera la dignidad imposible en el León de los 70; y más acá tampoco, por lo que se ve.

Lo de ir a tomar el aperitivo a los confines de Alsacia y regresar a merendar a la churrería de al lado de casa, con dietón incluido, sí que venía a lastrar la confianza en los políticos y a poner en danza la valía de las instituciones, mucho más que el mensaje del comando mixto de IU y Óscar López, erre que erre con lo de que sobran todos los diputados provinciales y cualquier otro cargo electo que no sea el de senador por la Comunidad. En esta última semana cayó el mito de que el eurodiputado vivía de espaldas al mundo real. Lo tiró Wagner, Sosa, no el de Las Valkirias, con un pepino en la mano para demonizar a todos los que cometieron el sacrilegio de difamar la seguridad alimenticia del complemento base de la ensalada estival. Desagravio para el pepino español y para la imagen que los contribuyentes de a pie —o sea, todos— tienen del enviado especial al Parlamento Europeo durante un lustro.

Con esa imagen de hombre honorable y solvente con la hortaliza en ristre y en la apertura del Parte de la Primera, Sosa Wagner, sin quererlo, ha abierto grandes expectativas para el sector primario leonés, que aspira ahora a un trato similar en la tribuna de oradores del parlamento de Estrasburgo, una mínima contribución al PIB de la provincia leonesa. Y sueñan con ver al eurodiputado leonés bebiéndose un cántaro de leche, de la leche que le cuesta al productor de Babia y Villademor más de lo que le pagan por ella, entre otras cosas por la maniobra de posición de poder de la industria y la distribución francesa (el mismo país en el que parlan los charlatanes europeos).

Que expliquen con un cabritillo en la mano cómo ha protegido Europa la igualdad de oportunidades en el mercado; sueñan con que la próxima vez, junto al pepino, digan cómo bala la ovejita.

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