Diario de León
León

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En verano, quienes tenemos la tensión baja, sentimos que menguamos como las dedicaciones exclusivas en el Ayuntamiento de León. Hace un calor luciferino, como si allá abajo se hubiesen dejado la puerta abierta. Si hoy Georgie Dann me pilla a traición y comienza a cantarme sus éxitos veraniegos, ni siquiera podría salir corriendo o arrojarle un objeto contundente, todo lo más un taco venial. En estos días, carezco de ritmo. Por eso me asombra el ardor guerrero de algunos políticos, con la que está cayendo. Y dicen que lo peor de este calor asfixiante está aún por llegar. De momento, en mi casa he electrificado el botijo.

Mientras, en el Ayuntamiento, gobierno y oposición van caldeando el ambiente, sin esperar al otoño. En política, lo que no echa chispas es que está apagado. Una de las primeras iniciativas que el gobierno municipal llevará a cabo, al parecer de forma inminente, es cambiar la ubicación del Parque de Pocoyo, en Papalaguinda. El anterior equipo tuvo en urbanismo algunas actuaciones excelentes, pero en esta concreta pisó dodotis, vamos a decirlo así. Su actual ubicación, tan próxima a la carretera se diría que fue ideada por Herodes. Llevar al zagalín a balancearse en un espacio público tan próximo a la circulación conlleva un riesgo similar al de pedirle a la madrastra de Blancanieves que te haga de canguro, no es que lo vaya a hacer mal, pero... Podrá argumentárseme que la Catedral fue construida sobre unas termas romanas y el alcalde no tiene intención de cambiarla de sitio. No hay color. Y para gustos, los calores.

Por su parte, «Ecologistas en Acción» han anunciado que seguirán combatiendo con ardor guerrero contra las moscas de Eduardo Arroyo, esta vez con coplillas sarcásticas, género poético de lo más refrescante, que con en este clima se agradece, salvo porque las rimas las carga el diablo. No es por ser agorero, pero conozco a un rapsoda que se tragó un pareado en asonante. Ah, pero en verano los de tensión baja tenemos ventaja, pues nada nos altera. En nosotros, todo es quietud, zen y nirvana. A todo lo más que llegamos es a un ligero arqueo de ceja. Aunque en León, el calor sedante dura menos que una almendra cerca de Tony Genil. Aquí, las estaciones muerden.

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