Diario de León
León

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Cuando, como este verano, la hierba crece lacia por encima de las sebes y los tractores se atoran en los prados para convertir los mallos en pacas, el precio cae por debajo de los pasos de las presas que meten el agua a las fincas. La burla de la mano invisible que acatan con estocismo los paisanos, quienes no han oído hablar de Adam Smith pero conocen por el nombre al director del banco que cada mes les reclama la letra de la maquinaria. Da igual que el esfuerzo sea el mismo que otros julios, que el calor les balde el costado y el peso de la paja les atornille las vértebras; como no importa la hora a la que se levanta Toño todas las mañanas a ordeñar en Truébano para que le paguen una miseria por el litro de la misma leche que, una vez en el estante del supermercado, ha triplicado su precio.

No se entiende. Pero la burla tiene carta legal desde que se citó al mercado como coartada para engañar al primer y al último eslabón de la cadena. No tiene sentido. Como carece de explicación lógica para un paisano -"mente criada en el valor del esfuerzo como patrón de medida-" la furia con la que el consumidor se entrega a la mofa de las rebajas: la ceremonia en la que el producto que ayer marcaba 100 euros refleja en la misma etiqueta un nuevo sello de 49. ¿Cuál es su valor real? ¿Qué cara pone quien ha desembolsado el primer precio?

El mismo careto de escaparate se le queda a los ciudadanos después del trile con el que los políticos, imbuidos por la euforia de las rebajas y la necesidad de almibarar su imagen ante la indignación ciudadana, han vendido el inicio de sus nuevos mandatos bajo la máxima de la austeridad. Otro concepto para la vitrina del marketing con el pretenden que se aplaudan, como alienta la Junta de Herrera tras cuatro mandatos, los recortes de un 20% de altos cargos -paniaguados en su mayoría que ocupaban despachos para los que primero se creó la necesidad-; la disminución de los coches oficiales -adiós a las ventas del Renault Velsatis-; o la restricción de sillones en organismos sacristanes como el Consejo Consultivo o el Consejo de Cuentas, donde se cobijan las nóminas de agradecimiento a políticos pasados a la reserva o fuera de cobertura con respecto al poder actual de sus partidos.

Antes de las rebajas, no habían dicho que todo eso fueran saldos.

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