Diario de León

| manuel félix

Generación Sisí

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manuel félix
León

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e tocó criarme profesionalmente con ellos. Con sus métodos rudos, básicos, simples o rudimentarios, pero tan certeros, elegantes y eficaces como el ojo de un halcón y el ala de un colibrí. La información, la noticia desnuda —como ha pasado desde que el mundo es mundo—, está ahí fuera y no en el Google y en esas fábricas de los gabinetes de prensa que inyectan su veneno diario a la esencia del periodismo.

Con el punto adecuado de ración canalla pululaban por barras de bar y moquetas de salón noble. Eran políticamente incorrectos y ni se planteaban ser lo contrario. Nunca perdían la educación, tenían en la cabeza el sentido de justicia social y olían un buen tema para un titular en los primeros compases del cuerpo a cuerpo con la realidad. Se creían la noticia que les tocaba contar porque la habían visto y palpado, como Santo Tomás. Por eso era infalible su credibilidad y fresca su narración. También se equivocaban. ¿Y quién no?

Cuando alguien apuntaba con el dedo a la luna, no eran bobos. Un ojo les iba al dedo y el otro a la luna, y el tramo entre ambos extremos lo contextualizaban. Eran periodistas fajados por el cuerpo a cuerpo de mil batallitas diarias, de las que no aparecen en los libros de historia. O sí. Eran los de provincias, los del pueblo. Cuando ser de pueblo era poco menos que un descrédito y una vergüenza social. Eso, no les importaba. Ellos sabían perfectamente qué era lo bueno, lo genuino, lo auténtico de esta puñetera profesión. Se sabían más periodistas que al que le dan escrita la información y se limita a estampar su firma en un periódico de tirada nacional.

Narra Zafón en una de sus celebérrimas novelas que el destino suele estar a la vuelta de la esquina, como si fuese un chorizo, una furcia o un vendedor de lotería (sus tres encarnaciones más socorridas), pero lo que no hace es visitas a domicilio. Hay que ir a por él. Y esos periodistas de los que escribo iban a por él, a por la noticia cada día. En el Bierzo estamos enterrando esa madera periodística. Esta semana fue el hasta ahora decano de los corresponsales, Ángel Pablos. Se fue con Ignacio Linares, Manuel Pérez Álvarez, Manuel Rodríguez, Fidalgo Piensos o Antonio Garay. Son —cada uno con su peculiar e intrasferible estilo— la porque no sabían decir no. Nada de Nini ni Nono, ni nana.

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