Diario de León

LA QUINTA ESQUINA

Un obrero dela humanidad

Publicado por
JESÚS A. COUREL
León

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En una época de crisis total, sirvan estas líneas para honrar la memoria de un obrero de la humanidad: Fernando de Castro. Nacido en Sahagún en 1814, es uno de los librepensadores más importantes del siglo XIX español. Para este sacerdote, profesor, político y académico (e incluso capellán de Isabel II), el cristianismo no estaba reñido con libertad y progreso. Si por una parte, creía necesario superar el áspero racionalismo de la filosofía del siglo XVIII, también afirmaba que la Iglesia debía volver a su pureza original, «apartándose de una serie de vicios y abusos que habían marcado su trayectoria histórica». Sobre todo, debía renunciar a cualquier apego a las riquezas. En una biografía reciente, escrita por Rafael Serrano García (y publicada por la Consejería de Cultura), se nos presenta a este humanista con una excelente inclinación a caridad y tolerancia; un amor permanente al estudio y a la búsqueda de la verdad, «por el anhelo de obrar en todo con más seguridad de conciencia». En la actualidad, pocos son los intelectuales cuya conciencia esté tan preparada como la de este franciscano de aroma liberal, comprometido y coherente con la humanidad, hasta tal punto que decía que no se podía «aborrecer y atormentar a nuestros semejantes porque no piensen como nosotros».

Murió en Madrid en 1874. Su entierro fue el mejor ejemplo de cómo se despide en España a los hombres de talento. Rafael Mª de Labra describe el discurrir de su féretro, con muy pocas personas acompañándolo, en medio de una multitud enfebrecida para recibir, en la Estación del Norte, al general Francisco Serrano Domínguez. No hubo comitiva de sacerdotes, ni nadie de la Academia, ni de la Universidad, ni del Senado. Le velaron cuatro trabajadores del Canal de Isabel II, que fueron pagados para tal fin y fue enterrado en el cementerio civil, en un terreno lleno de maleza. Dice Bartolomé Cossío que fue entregado a la tierra «en aquel miserable corral de abrojos que la piedad administrativa de entonces destinaba con generosa esplendidez, para albergue de réprobos; es decir, de los cerebros y corazones más puros y religiosos de la España del siglo XIX».

Fernando de Castro fue un hombre valiente en una época trágica. Hoy lo son el capitán América o Superman. En este tiempo de desasosiego, escuchamos el habitual rosario de simplezas, estafas y enredos de unos mal llamados intelectuales que ayer apoyaban el poder y hoy a los indignados que se alzan contra él. Ese discurso lo retrataba bien Mario Moreno con su Cantinflas (100 años haría este mes), que solía hablar mucho y no decir nada… Había que hacer algo.

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