Diario de León
León

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Eso de la policía de barrio redunda como caviar y ruso, como ballenas y océano, como los lobos de Morla. Eso de la policía cercana apesta a cartucho de tinta de propaganda. Eso de agentes de proximidad es una perogrullada que no tiene respuesta para el incrédulo que puede preguntarse por el destino anterior de los guripas si ahora son destinados a ayudar al ciudadano. O sobre cuál es el fin último de la policía municipal de León ¿la metrópoli acaso?

Prepárese el contribuyente a ahorrar como un poseso, escaldado ya por la experiencia reciente de lo que fue la policía cercana de cuando los socialistas tenían el poder de la capital de la provincia, el cuerpo que bajo el mando del príncipe de los Nanetes iba a lección diaria de desagravio y concurso selectivo de a quién multar o a quién perdonar la vida. Fueron tan cercanos que podían abrasar a un alma cándida entre ochenta vehículos mal aparcados como permitir que los colegas del jefe, del supremo, concejales y diputados, se dieran un festín por el húmedo mientras aparcaban sus coches en vados de San Marcelo reservados —oh paradoja— para la policía local. Ahí está la señal. Ahí lo vio toda la juventud de la capital de la provincia y aledaños, que cada fin de semana acudían al abrevadero de alcohol del casco histórico.

Cuidado con lo de la policía próxima y cercana que anuncia el novel concejal de la causa, no se creen falsas expectativas, que están recientes los momentos de mostrarse abusones con los débiles y dóciles con los poderosos, tipo república bananera; o justicieros con los currantes y evasivos con los presidentes del club del privata y el façonnable que aparcaban en la acera de la Junta el bemeuve mientras se echaban una cañita al aire de la terraza.

Igual cambian los astros y los de la misión anti terrorista de las entradas a la zona antigua de esta ciudad capital de la provincia dejan de aplicarse a la hora de la entrada a los colegios como si controlaran el paso fronterizo de Tijuana; igual lo de la policía de barrio va dentro de una actuación general que deja fuera del cuartel del paseo del Parque el abuso de poder; igual no hace falta tener un carné o una inclinación política para que no te abrase un guardia urbano, por nada. Porque te vio demasiado feo, o porque a su jefe, el jefazo, le interesaba ese día tocarte las narices.

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