Diario de León
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luis artigue
León

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Lo bueno de las magmáticas crisis es que hacen aflorar la verdadera naturaleza de las personas y, así, éstas quedan retratadas ante nuestros ojos rotos de incredulidad... Miren sino como esta crisis en León ha retratado a nuestros políticos y políticas: les ha quitado la máscara. Pues quedarse sin máscara, evidenciados y éticamente en pelotas es eso de que, mientras en León todo se tambalea, los políticos/as que han ganado toman posesión e impúdicamente se suben el sueldo —¡primero yo y el que venga detrás que arree!— mientras que los/as que han perdido buscan ávidamente otro cargo sin asumir errores ni responsabilidad en la derrota —se acabó eso de que a la Diputación Provincial sólo vayan los munícipes de poblaciones pequeñas, estaría bueno, que los/las ediles de los grandes tumultos urbanizados estábamos acostumbrados a un buen sueldo y queremos seguir en la élite—.

La política es cada día más la pira en la que arde la ideología. De hecho todavía más vergonzante si cabe resulta eso de que aquí los descabalgados se conviertan en lo que se ha dado en llamar «críticos» —qué cosa cínica tildar de críticos a los políticos desleales que, sin dignidad ni disciplina, gritan impúdica y mediáticamente que no quieren respetar decisiones de la dirección de su partido porque no les interesa personalmente... ¡Queremos controlar las listas! ¿No están así dejando claro que no han venido a la política a ganarse el pan sino el caviar?

Necesitamos volver a tener fe en la vocación y honestidad de los políticos a pesar de que, dicen, tener fe sea creer en algo que no has visto nunca. Por eso como una excepción en tan vasto páramo nos ha conmovido la actitud y la profesional entrega de Vitorina Alonso, nueva alcaldesa de Astorga, personalidad que aúna humanismo y humanidad y, más allá del circundante espíritu mercenario, uno de los exponentes de esa necesaria rareza que es la persona que se dedica a la política pensando en el bien común (ella está demostrando, a pesar de soportar una situación política esperpéntica, que su dedicación tiene mucho más que ver con la vocación que con la ambición).

Su reto no es fácil: sustituye a un alcalde carismático, Juanjo Perandones, combate contra el machismo y nuestro pecado nacional —la envidia— y gobierna en minoría con una oposición que también ha empezado retratándose al utilizar sus votos para ponerse un sueldo a sí mismos.

Vitorina es aún así lo opuesto al toro de lidia que evoca su nombre: talante y talento, se defiende de todo con sonrisas y posee una cuidada formación clásica que aúna ciencias y letras como los médicos insignes de nuestra mejor tradición —Luis Martín Santos, Pedro Laín Entralgo—...

Desde aquí queremos por eso agradecerle que, con su ejemplo, nos permita escribir de nuevo sin disimulada alergia sobre uno de nuestros políticos. ¡Viva la dignidad!

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