Diario de León

TRIBUNA

Zapatero, leonesismo y 20-N

Publicado por
Máximo Calvo Soto. Plataforma pro identidad leonesa
León

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Cuando vayamos los leoneses a las urnas, a votar claro está, en las próximas Generales, nuestro paisano de convivencia, pero nacido en Valladolid, será ya expresidente del Gobierno de España.

Dos apuntes explicativos: lo de Valladolid, y no sólo es por señalar, que también, parece ser un condicionante en Zapatero. Quien, y este es el segundo dato, destacando los temas sociales de inicio, pasó su etapa política presidencial digamos que globalmente con más pena que gloria; siendo aquélla, la pena, en lo tocante a León como entidad regional, de marcadísima condición ante su nulo comportamiento.

Ahora en su maleta, en la de portar los sentimientos, sean o no éstos compartidos, se podrá ver el fondo de la nada, sin el menor indicio de «brotes verdes» de leonesidad. He dicho leonesidad, toda vez que lo de leonesismo, no lo ha querido nunca, lo tolera con dificultad, y como mucho lo manejaría al estilo moranista en beneficio político propio. ¿Duro esto?, puede que sí, pero así lo veo y me duele reconocerlo.

La opinión generalizada es que, como presidente, dio palos de ciego en economía, incluido el coletazo final de estabilidad presupuestaria, todo un lastre con el que ahora llegará a León, a ese León que él prefiere sumiso y atado a Castilla.

Si pudiéramos rebobinar lo que ya está pasando a ser historia y contemplar otra versión, en la que se adelantaba a los acontecimientos, a la crisis, avisando de la que se podía venir en cima, aunque no hubiera podido resolverla y llegara a la misma situación, en el PSOE y presidencial, no sólo sería un político al que no podían colocar la etiqueta de acabado, sino que, además, en el supuesto que planteamos, viéndole defender a León cuando se disponían en el ente autonómico a «coser» la última Reforma estatutaria, ahora aquí sería recibido con honores…

¿Cuál debió de haber sido su postura en cuanto a la Reforma del Estatuto merecedora de esos honores?, como mínimo, y para empezar, algo tan sencillo como dejar recogido en letra estatutaria, bien definidas, las dos regiones que componen la Comunidad denominada Castilla y León. Y bien señalado que están enlazadas por un removible vínculo político, y por lo tanto la Comunidad puede ser susceptible de finalización a petición popular plebiscitaria de cualquiera de las dos partes. ¿Elemental y democrático, no?

Conviene recordar cómo, llegado que fue el periodo de la transición hacia la democracia, los políticos castellanos no dejaron de comprar voluntades; se rodearon de «preclaros» historiadores, pues urgía unir a aquéllas desde la manipulación, para que los leoneses y los castellanos apareciéramos como un solo pueblo. Había que sofocar cuanto antes la voluntad leonesa de autonomía propia, sabedores de que en democracia lo que cuenta es la voluntad popular. De ahí que empezaran por someter a los políticos leoneses, conocedores de que cambiando su voluntad trastocaban la del pueblo que les vota. Y lo grave es que éstos, los «nuestros», se han prestado a ese juego, y siguen.

El leonesismo, el sentimiento más vivo de pertenencia a un pueblo histórico y culturalmente definido, de siempre refugiado en nuestro ser leonés, del que resurge con emotividad si se le estimula, tardó demasiado, pero al fin surgió con ímpetu reivindicativo a poco que el agravio le hizo ver la injusta imposición que suponía el ente castellano. Así se propiciaron las formaciones políticas, articulándose alrededor de este sentimiento que en ellas tomaba la condición de político. Leonesismo político al que la militancia primigenia daba corporeidad.

Para no extendernos demasiado en detalles, digamos que «leonesismo y ser leones», y cada ciudadano aportando lo suyo, de la mano reivindicaron con reiteración en las calles autonomía diferenciada. Y ante el estupor de ver fallido lo mayor, o la nulidad de sus esfuerzos autonómicos, muy buena parte de ese supuesto dúo, tan sólo supuesto por ser la misma cosa, permanece sumido en una peligrosa indiferencia, fruto de la incomprensión, o instalado desde entonces en la atonía.

Los leoneses no tenemos voz reivindicativa en el Parlamento de la Nación. Ha habido intentos leonesistas, no demasiado bien orquestados o mal planteados, con un resultado decepcionante en lo que al respecto toca a UPL, el mayor y mejor exponente de leonesismo político en potencia. Las desavenencias humanas, pruritos y personalismos, han actuado siempre como disgregante, venciendo a la argamasa llamada leonesismo para ir perdiéndose en el largo caminar de la política. Todos y cada uno de los leonesistas que hemos participado tenemos nuestra alícuota parte de culpa.

El 20-N, es una nueva fecha, otra oportunidad de tener voz reivindicativa en el Parlamento. ¡Nunca es tarde! No sé lo que en UPL tienen pensado, pero he conocido una noticia-propuesta que me parece interesante. Habla de reconciliación en el leonesismo político para una Coalición Leonesista; recuperar la afinidad es primordial para ello, y no es fácil, sin concesiones. Pero, ¡todo es posible, si, apoyándose en los que fueron, estén o no activos, aparecen otros nuevos, fieles al citado sentimiento, y duchos en la complejidad que vivimos!, para reactivar al leonesismo social y al ser leonés.

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