Diario de León
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luis artigue
León

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Es un templo de la heterodoxia, una vibrante confluencia, lugar de encuentro para que, también en León, se reúnan y estimulen las conciencias que aspiran a permanecer alerta, un revulsivo, enclave líricamente sísmico o reducto en el que salvaguardarse de la depredadora normalidad y su expresión oficialista: «lo políticamente correcto»... ¡Ciertamente un territorio al margen de toda orgía de vulgaridad cultural! Se está conmemorando ahora, mediante una exposición enorgullecedora, la decisiva presencia de León en la Residencia de Estudiantes, hito de nuestro país y nuestra lengua. Y una parte de ese impulso magnético, brillante, concienciado y provocadoramente constructivo que conformó aquel otro templo está también en los cimientos del CCAN a través del inolvidable Luis Sáenz de la Calzada.

Sin embargo, al reivindicar el CCAN, no queremos hablar aquí de Historia sino del pequeño hoy aprovechando que la circunstancia histórica de la que hablaba Ortega y Gasset —ahora se dice los mercados— no cesa de recordarnos que sólo disponemos del presente: en ese lugar, que tiene algo de laboratorio de música grunge y otro tanto de estudio de pintor bohemio pionero del expresionismo abstracto, se han gestado las dos revistas literarias leonesas más importantes de hoy: Azul Eléctrico y Vinalia Tripers. También ahí se han fundado movimientos de la sociedad civil, se han firmado manifiestos, hemos escuchado grupos de música alternativa, tertulias e intercambiado estímulo intelectual, ideológico y vital. Y ahí, señoras y señores del jurado, se ha labrado en efecto nuestra radicalidad —entendamos esta palabra en su sentido clásico, radical es quien va a la raíz— y enriquecido nuestro compañerismo —entendamos igualmente esta palabra, un compañero es con quien compartirías el pan—; valores inherentes a la juventud, que, por cierto, también forma parte de la ciudad y hace ciudad. Y es que la juventud no es sólo una edad sino sobretodo un espíritu necesario. Pero León despilfarra ese espíritu, «exporta» a sus jóvenes más preparados y cierra sus «templos», y así nuestros políticos nos condenan a todos a envejecer… León tiene que decidir si a los jóvenes los quiere, o sólo los tolera, o ya ni eso.

Todo esto viene a cuento de que, entre las actuaciones atrabiliarias del urbanismo municipal capitalino, no sólo se cuenta lo de enmaderar la Plaza el Grano, sino también dar cerrojazo sin solución de continuidad al CCAN.

Ciudadanos necesarios como Ramiro Pinto me dicen que, más que directriz urbanística, parece un modo de techar y tachar el dinamismo subversivo y la cultura al margen del asfixiante oficialismo, así como otra forma de avanzar hacia el «primor sociológico» como si eso viniera dado por la exterioridad de las personas… Yo no sé que creer... ¿Ustedes?

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