Blanco amigo

A Zapatero en León le han perdido los amigos, que es una excusa muy de madres que descubren que su hijo vomitó en el pasillo al llegar de madrugada porque le echaron algo en la coca cola. Las mayores promesas incumplidas se apuntan a los ministros que pasan por ser miembros de la camarilla con la que se suelta el botón de arriba de la camisa en la bodeguilla de La Moncloa. Íntimos de cuando el presidente era un diputado meritorio que le han hecho un agujero en la trapa de casa, como José Blanco y Miguel Sebastián, que cargan a sus espaldas con el honor de haber dado banderas a los enemigos para que las agiten como eclipses de la mayor inversión que ha acumulado esta provincia en su historia. El AVE, la León-Valladolid, el retraso de las ayudas a la minería y el intento de marginar el Inteco figuran en su currículum para los restos.

La mayor burla tomará escenario el día 10 de diciembre con Blanco como indiano que vuelve a su tierra con el AVE debajo del brazo para unir el tramo Orense-Santiago-La Coruña. Un esfuerzo para el cual ha descapitalizado todo el ministerio de Fomento en apenas dos años y medio. El mismo tiempo que León lleva parado en espera de que se active el crédito de la integración ferroviaria. Una actuación que avanzaba con diligencia hasta que se la condenó a la misma penuria que sufrió Asterix en una de sus doce pruebas: la burocracia que cambia de piso la entrega del papel, las condiciones en función del funcionario y los requisitos para enredar la decisión. El único arma con el que estuvo a punto Roma de vencer al galo y que aquí se ha repetido para trabar el avance de la alta velocidad, que tampoco llegará en el 2012, y de la autovía León-Valladolid.

El recado queda para cuando Rajoy decida qué hacer y abandone esa inmovilidad que, según Manuel Jabois, le ha convertido en punto cardinal. Para entonces, su paisano Blanco irá de campeón Lugo arriba, convertido en el segundo personaje más célebre de las gasolineras, detrás del dúo Camela, mientras en León Zapatero se queda en esa estación provisional de la historia a la que le han condenado sus amigos.

Quizá pase a coincidir con David Trueba, que dejó escrito en Cuatro amigos que «la amistad está sobrevalorada, como los estudios universitarios, la muerte o las pollas largas».