Diario de León
Publicado por
CÉSAR GAVELA
León

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Ahora mismo, en este domingo de diciembre, Ponferrada es un nombre que no dice nada a varias decenas de millones de personas que andan por el mundo.

¿Ponferrada? ¿Qué es eso? ¿Un animal alargado? ¿Una mujer del medievo? ¿La pipa de un archimandrita? ¿Una urbe del desierto? ¿Un grupo de música popular? ¿Qué es Ponferrada? No saben, no contestan. No pueden saber, no tienen por qué contestar. Pero el martes por la noche, hora del Sil y del Boeza, Ponferrada será revelada a esas decenas de millones de seres humanos. Quienes al menos sabrán su nombre y también conocerán, a través del televisor, la hierba de su pequeño y blanquiazul estadio del Toralín. Otro nombre que se hará famoso por unas horas, para oscurecerse definitivamente.

Pero habrá un niño de Montevideo, un niño aficionado al fútbol, que se quedará con el nombre. El Toralín. Por esas cosas absurdas por las que uno se queda con algunos nombres deportivos.

Yo, por ejemplo, me quedé con el de María Paz Corominas, una nadadora muy joven que llegó a una final en los campeonatos de Europa de natación de 1966. Unos campeonatos menores, pero que se me quedaron grabados, una cosa bien extraña. Por cierto, ¿qué habrá sido de la admirable María Paz, y eso que quedó la última?

El Toralín será algo parecido para ese niño de Montevideo: un eco. El mismo eco que quedará flotando, como una bruma, en la memoria de un seguidor del Real Madrid que vive en Luanda, la capital de Angola. Y que verá el partido en un bar destartalado de su destartalado paseo marítimo. Ponferrada sonará y será nombrada a través de su estadio, en una aldea cercana a Cuzco, donde viven unos indios laboriosos y muy forofos de Di María. La capital del Bierzo será un ruido pacífico en las afueras prestigiosas de la ciudad australiana de Perth, donde moran unos trasmontanos que adoran al Real Madrid.

Y en Urumqi, la capital del Sinkiang chino, donde viven muchos iugures musulmanes. En uno de sus relucientes hoteles, dos novios que se acaban de casar, acompañados por sus parientes, verán con sumo detalle el césped del Toralín. Verán gentes remotas, verán algún gol. Tal vez verán a Cristiano Ronaldo.

En una aldea de Sudán limítrofe con Sudán del Sur; en un bar de Manhattan donde una mujer gorda y borracha llora; en un recoleto despacho del Vaticano; en un videoclub de la siberiana Irkustk; en una cárcel de Bogotá; en un gabinete de belleza de Acapulco; en un atardecer de Dublín; en una tetería de Tánger; en un barco atracado en las dársenas de Maputo, en el despacho de Ángela Merkel y en la sastrería de Nicolás Sarkozy saldrá el viejo nombre de Ponferrada a conquistar noventa minutos por todo el planeta. Y los ponferradinos estaremos muy contentos. Bajo la noche mediática y breve.

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