Diario de León
León

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Creo que lo ocurrido con Marta del Castillo es para revolver las entrañas a cualquiera. Y no sólo me refiero a la reciente sentencia que envía para casa a casi todos los investigados, ni tampoco a que el cadáver siga sin aparecer tres años después.

Lo sucedido con esta adolescente sevillana no es de recibo porque exhibe las vergüenzas de muchos. De los que han sido incapaces de hacer su trabajo decentemente para arrojar luz al caso, de los habituales carroñeros que han hecho negocio, de quienes han optado por mirar para otro lado porque... y ahí está lo grave: «algo haría».

Marta del Castillo se equivocó. Era una adolescente que —armada únicamente como la mayoría de los jóvenes españoles con un móvil y una cuenta en tuenti— acertó de lleno con quienes no debería haber hablado siquiera nunca. Cometió seguramente ese error y le costó la vida, pero todos nos equivocamos incluso en ocasiones gravemente pero la diosa fortuna acaba evitando males mayores. Por eso «todos somos Marta» incluso los responsables de que su cadáver siga perdido en alguna cuneta.

Al caso de Marta se han unido el de los dos niños cordobeses y antes el de Mariluz Cortés. Y si no me falla la memoria no hemos tenido noticias de la dimisión del delegado del Gobierno en Andalucía, ni de ningún comisario jefe, ni de ningún fiscal jefe... aunque la acumulación de casos resulta sonrojante.

Como sonrojantes son los silencios sobre Marta y especialmente las ausencias de quienes cuando soplan vientos favorables corren literalmente para hacerse fotos. La única que hemos visto una y otra vez es la del abuelo de Marta acudiendo a todos y cada uno de los lugares donde se ha sospechado que podía estar el cuerpo. Y la única voz que hemos oído ha sido la de sus padres, convocando ruedas de prensa en la calle armados de una mesa y un paquete de kleenex a la puerta de su casa, para exigir justicia.

Pero no hemos visto ni oído mucho más. El caso de Marta es muy molesto porque ha puesto en solfa todo el sistema. Lo que sufrió esta chica sevillana es violencia de género —ni siquiera entró en las estadísticas— y su cuerpo está perdido en alguna cuneta —y no lleva décadas ni procede de una etapa convulsa en España—. Lo de Marta ocurrió hace sólo tres años y no vale con esperar a que el tiempo lo cure . Más que nunca, todos somos Marta.

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